En un reciente encuentro del Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid, que llevaba este mismo título “Bienestar en educación” (2024), se presentaban datos poco alentadores. Un estudio de la Fundación SM revelaba según los ponentes que un 47% de los profesores o docentes se sienten cansados, sufren depresión, burn out, estrés e incluso algún problema de salud mental.

Se ofrecían también los datos de una investigación que ha realizado la UDIMA y que lleva por título “Ánimo, profes”. La encuesta realizada entre 3800 profesores. Según Julián Roa, decano de la Facultad de la Educación de UDIMA, hay datos muy significativos: 9 de cada 10 profesores no se sienten apoyados por el entorno familiar de sus alumnos, o el hecho de que la mayoría de ellos entraron en la profesión de un modo vocacional, hoy no recomendarían a nadie el ejercicio de la profesión.

Por otro lado, los alumnos, no lo están pasando mejor. Con frecuencia se producen casos de acoso entre iguales, agresiones, autolesiones, etc., que no hacen sino crecer paulatinamente, lo que hace pensar que estamos ante una tendencia y no un dato coyuntural.

¿Qué está pasando en los colegios, qué está pasando en la Universidad?
Rafael Bisquerra, otro de los ponentes en dicho coloquio, señalaba que el problema no es solo de las aulas, sino que está en el seno de la sociedad (¿una sociedad enferma?). En su opinión el origen del problema está en la sociedad y se debe fundamentalmente “al analfabetismo emocional de la ciudadanía”. Para hacer frente al problema habría no solo que fomentar las competencias emocionales en la ciudadanía, son dotar de más medios y recursos a las instituciones educativas.

Los análisis son buenos, cuanto más claros y más rigurosos, mejor. ¿Pero qué podemos hacer? Este era otro de los aspectos que se abordaba en el encuentro.

Javier Urra, psicólogo, primer Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid, abogaba por promover la comunicación y la escucha con nuestros hijos, con nuestros alumnos-as y entre nosotros, pero al mismo tiempo subrayaba la necesidad de “poner límites cuando hablamos de la difícil tarea de educar”.

Por su parte, José Antonio Luengo, otro de los ponentes, decano-presidente del Colegio de Psicólogos de Madrid, señalaba la necesidad de que algunos de estos problemas se resuelvan en los propios centros y, si es posible, con el concurso de las familias. Sentirse bien, pasa por ser productivos, tener proyectos y relaciones satisfactorias, así como saber afrontar la adversidad, las dificultades, los problemas.

Una sociedad falsamente educadora optó por dar todo cuanto los niños-as y jóvenes pedían, sin poner límites a sus aspiraciones, sin atisbos de educación del deseo. Buena parte de esas generaciones, ante las dificultades no pequeñas que la vida presenta, sucumben emocionalmente por no tener recursos en su haber.
El bienestar docente y discente pasa por desarrollar con realismo nuestra tarea y afrontar las dificultades de un modo resiliente y solidario. Y no solo en la educación, también en la sociedad.