El milenarismo y el rapto

2 febrero 2024

La palabra «milenarismo» viene de «milenio», que significa mil años. Según la doctrina milenarista, Cristo vendrá a reinar físicamente en la tierra por mil años al fin de los cuales regresará al cielo. Esta doctrina se apoya en una errónea interpretación del Apocalipsis:

“Luego vi a un Angel que bajaba del cielo y tenía en su mano la llave del Abismo y una gran cadena. Dominó al Dragon, la Serpiente antigua – que es el Diablo y Satanás – y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al Abismo, lo encerró y puso encima los sellos, para que no seduzca más a las naciones hasta que se cumplan los mil años. Después tiene que ser soltado por poco tiempo. Luego vi unos tronos, y se sentaron en ellos, y se les dio el poder de juzgar; vi también las almas de los que fueron decapitados por el testimonio de Jesús y la Palabra de Dios, y a todos los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen, y no aceptaron la marca en su frente o en su mano; revivieron y reinaron con Cristo mil años.

Los demás muertos no revivieron hasta que se acabaron los mil años. Es la primera resurrección” (Ap. 20,1-5).

Según el lenguaje hebreo «mil años» significa un tiempo largo indefinido. Jesús estableció su reino en este mundo y ese reino es la Iglesia Católica que durará «mil años» (tiempo indefinido, es decir, hasta Su Segunda Venida CIC 668-669). Se trata de un reino espiritual y humilde, en forma de semilla de mostaza que ha de crecer. No un mesianismo material como esperaban los judíos. El Apocalipsis se refiere al combate espiritual contra las fuerzas del demonio y del mundo que no acepta a Dios.

Jesús nunca nos abandonó, siempre presente por medio de la Iglesia y lo recibimos en la Eucaristía. Al mismo tiempo Jesús ya reina en la eternidad (1 Cor. 15,24-27; Ap. 4-5). La fe católica que nos viene de los apóstoles enseña que la Segunda Venida de Cristo será gloriosa, visible para todos y definitiva. Marcará el fin de la historia y del tiempo. Toda la humanidad será juzgada. Los buenos irán al cielo y los condenados irán con los demonios al infierno (Mt. 25), no será por lo tanto una venida temporal, sino definitiva.

En la Eucaristía decimos por «La Gloriosa venida de Nuestro Señor Jesucristo» y en el Padre Nuestro rezamos «venga tu reino». Al tener ante Él al cielo.

San Agustín (354-430) fue quién más contribuyó a hacer retroceder la creencia milenarista, a pesar de que en sus comienzos se había adherido a él. En el siglo XII, el milenarismo vuelve a tener una gran relevancia gracias a Joaquín da Fiore (1135-1202), monje calabrés que anuncia la venida de un tiempo del Espíritu en que la humanidad vivirá en una santa pobreza, en piedad y en paz.

El milenarismo ha sido específicamente desechado por la Iglesia Católica (Catecismo de la Iglesia Católica 676). El Credo nos enseña que en la Segunda Venida Cristo vendrá para juzgar a vivos y muertos. Por lo tanto, Jesús no vendrá antes del final del tiempo.

Esta verdad descarta no solo el milenarismo sino también el concepto del «rapto» que se ha hecho popular entre los fundamentalistas protestantes referido a la posibilidad de una acción divina sobre la humanidad que acontecería al final de los tiempos como un preámbulo al mismo, este acontecimiento se conoce como el Rapto sujeto a la Gran Tribulación.

Quisiera concluir con una afirmación del especialista en el tema, el historiador francés, Jean Delumeau (1923-2020) con el que cierra un artículo sobre la historia del milenarismo en Occidente en el que apuesta por el optimismo del cristiano:

“No veo cómo se pueda conservar como perspectiva de un porvenir la utopía milenarista de un nuevo paraíso libre de todo mal y de desgracias. Pero nos queda el deber de trabajar, a pesar de los fracasos, en la mejora de la condición humana y debemos intentar que nuestro planeta sea cada vez menos “valle de lágrimas”: Hago entonces mío el programa que había propuesto Teilhard de Chardin: “Hacer avanzar al mismo paso el dominio del mundo y el reino de Dios”.

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