Tres acontecimientos han llamado mi atención: primero: el Jubileo de los comunicadores con la publicación del Mensaje del papa Francisco para la 59 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales; segundo: la intervención de la periodista y corresponsal de TVE Almudena Ariza en el programa La Revuelta y, tercero: el estreno de la película Septiembre 5 del director alemán Tim Fehlbaum.
Quedé impactado por la intervención de Almudena Ariza en el talk show de David Broncano: con una naturalidad admirable, sin ningún afán de protagonismo y bien entrevistada por el popular presentador, la veterana periodista madrileña impartió una lección de periodismo cuando, no solo enumeró los múltiples conflictos que ha tenido que cubrir por el ancho mundo, sino que defendió la figura del periodista que se implica, que sale profesionalmente a buscar la noticia, pisa el barro en los frentes de guerra o tras los tsunamis a fin de enviar sus crónicas buscando la verdad y mirando a los ojos de la gente escribiendo o hablando en un escenario real que confiere autenticidad a lo que cuenta. Almudena Ariza remachó su intervención con una frase memorable: “El mundo necesita periodistas”, exacto: el mundo necesita periodistas… como ella.
Pero viajemos ahora al pasado en un flash back televisivo de 53 años: Juegos olímpicos de Múnich en 1972, “Septiembre, 5”, para decirlo a la inglesa. Un equipo de periodistas audiovisuales de la cadena norteamericana ABC está cubriendo en directo el día a día de los juegos con audiencias millonarias y ha puesto su cuartel general en el corazón de la villa olímpica. Ese fatídico día, un comando del movimiento Septiembre Negro asalta los apartamentos de los deportistas israelíes, asesina y toma rehenes: todo esto y más es lo que presenta la película de Tim Fehlbaum.
Lo que estaba llamado a ser una rutina más para ese equipo de periodistas y técnicos se convierte en un reto descomunal que los aboca a realizar otro género de periodismo, el político y el de sucesos, al cual no están acostumbrados. Surgen las dudas profesionales y éticas, las decisiones técnicas, el nivel de riesgo de todo el personal del grupo. A través de un montaje formidable y de la estética cruda de los informativos antiguos, encerrando a los actores casi en la sala de edición, el director acierta de lleno a brindar una historia de periodismo en vena: búsqueda de la verdad, servicio a la sociedad, resistencia a las presiones interesadas, audacia y creatividad en el ofrecimiento de la noticia, contraste de fuentes informativas y más virtudes del mejor periodismo.
Y nos queda un acontecimiento, el primero en el tiempo: el Jubileo de los Comunicadores y la publicación del mensaje papal que lleva por título: “Compartan con mansedumbre la esperanza que hay en sus corazones”, haciendo referencia a un versículo de la 1ª Carta de Pedro 3, 15-16.
En un tiempo marcado por la polarización y la desinformación, el papa Francisco les pide a los periodistas y comunicadores que su trabajo ponga en el centro de la comunicación la responsabilidad personal y colectiva hacia el prójimo. Y les invita a ser comunicadores de esperanza, no solo contando bien el mal -que no es poco- sino contando historias de bien.
El buen periodista, según el papa en su mensaje, debería ayudar a desarmar la comunicación purificándola de agresividad, prejuicios y falsedades, huyendo de un periodismo de trinchera a otro que pise la realidad purificándola de agresividad o de reducciones a eslóganes simplistas. “Reducir la realidad a un eslogan -afirma Francisco- nunca produce buenos frutos …/… amenaza con prevalecer el paradigma de la competencia, de la contraposición, de la voluntad de dominio y posesión, de manipulación de la opinión pública”.
Soñar con una comunicación que sepa hacernos compañeros de camino de tantos hermanos y hermanas nuestros y sea capaz de hablar al corazón y apostar por la belleza y la esperanza, como escribe el papa, no es un consejo piadoso que arranca una sonrisa escéptica del periodista profesional. En realidad, los grandes periodistas y comunicadores, aun sin expresarlo así, pusieron a la verdad y a la persona en el centro de sus informaciones. Para muestra, valgan los dos ejemplos que acabamos de mencionar: Almudena Ariza y el equipo de reporteros de la ABC en los Juegos olímpicos de Múnich.
Si; hacen falta buenos periodistas hoy, cuando casi todos los medios de comunicación están en manos de las grandes corporaciones, sean fondos de inversión, o grandes empresas, que lo último que quieren oír es la verdad, y, consiguientemente, tienen a los periodistas sujetos a los intereses de sus amos. Malos tiempos para el periodismo independiente. Es necesario que haya periodistas independientes, lo cual significa que haya medios independientes, que no dependan ni de los intereses de los amos, ni de los caprichos del partido de turno. La Iglesia podría ser un referente de independencia, y espíritu crítico al servicio de los más débiles, y de una sociedad más justa. Desdichadamente, basta escuchar las soflamas partidistas de Carlos Herrera en la Cope, para darse cuenta de que han perdido toda credibilidad. ¡¡¡¡¡Qué oportunidad perdida!!!!