El prado del sueño

Las cosas de Don Bosco  |  José J. Gómez Palacios

4 octubre 2022

Nunca tuve más empeño que ayudar a crecer hierbas verdes sobre mi cuerpo. La misión de un prado es producir heno y forraje de buena calidad. Presumía de albergar en mi tierra mullida: tierna alfalfa, aterciopelados tréboles y esbelto brezo… Proporcionaba forraje a la vaca y al ternero de una humilde casa de la aldea de I Becchi.

Nunca olvidaré al niño que de tanto en tanto se acercaba a mí. Se llamaba Juan. Aunque segaba mi hierba, su mirada siempre oteaba el horizonte. Los límites de mis ribazos eran demasiado estrechos para albergar sus sueños.

Una noche ocurrió algo extraordinario. Hacía poco que el sol se había ocultado. Como por ensueño, Juan se hallaba sobre mí. Soñaba. De pronto, junto a él emergió una multitud de jóvenes mal encarados a los que yo nunca había visto. Sus gritos, riñas y blasfemias rompían mi paz.

Mi joven dueño se abalanzó sobre ellos. Quería transformar sus peleas en amistad y borrar las palabras irreverentes que brotaban de sus labios. Se enzarzó con ellos en desigual pelea. Juan lanzaba sus puños con fuerza. Intentaba golpearles con más furia que acierto…

Al llegar a este momento, todo se llenó de claridad. Apareció un personaje majestuoso. Poniendo su mano sobre el hombro de Juan, le advirtió con voz suave: “No con golpes, Juan. Sólo con la bondad podrás cambiarles”. Juan se asustó. Junto al hombre apareció una mujer vestida de luz y dulzura. Ella sería la maestra de Juan… A su resplandor los muchachos se transformaron en mansos corderos.

Terminó el sueño. Transcurrió la noche. Amaneció. El sol regresó a su rutina. Yo sentí nuevamente las pisadas de Juan sobre mi tierra mullida. Caminaba de forma distinta. Una nueva fuerza orientaba su existencia.

De pronto algo llamó mi atención. Con gesto imperceptible, el pequeño Juan, pasaba la mano derecha sobre los nudillos de su mano izquierda. Como si le dolieran todavía por los golpes. ¡El sueño había sido realidad! Alguien había depositado simientes de sencillez, alegría, paciencia en la existencia de Juan… y también un afecto inmenso hacia los muchachos pobres para transformarlos en personas de bien.

De esta historia han pasado casi dos siglos… Son muchas las personas que dicen conocer aquel sueño, y a mí, el prado que Juan vio en sueños… Vienen a diario. De tanto pisotearme, me han convertido en tierra árida y apelmazada. ¡Cuánto añoro las pisadas menudas de aquel niño sobre mi hierba fresca!

Pero soy feliz. Cada día proclamo desde el desierto en el que me han convertido: ¡El sueño de Juan se ha hecho realidad; ha vencido al tiempo y sigue cruzando fronteras! La semilla de aquel sueño se ha multiplicado en cosechas de bondad por todos los rincones del mundo.

Nota: Cuando tan sólo contaba 9 años de edad, Juan Bosco tuvo un sueño que orientó su vida y existencia. Le pareció hallarse en un prado espacioso junto a su casa… Dios le llamaba a ser “Buen Pastor” para los jóvenes necesitados. (Memorias del Oratorio. Introducción).

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