Agradecimiento entre los pétalos
Al principio fui tan sólo una idea…
Todavía me parece estar viendo a aquellos muchachos reunidos en torno a Don Bosco. Era de noche. Hablaban con voz queda. Maduraban un secreto. Poco a poco describieron las distintas partes de mi cuerpo. Y yo, escuchándoles, imaginaba cómo sería mi apariencia.
Agucé el oído. La vida de un ramo de flores es efímera. Colores de terciopelo. Un leve perfume flotando en el aire… y luego, un final hecho de recuerdos. Me enteré de las sencillas flores que formarían mi cuerpo: claveles, lirios, violetas y margaritas.
Pasé toda la noche en duermevela. Soñaba con el brillo de los pétalos. De pronto, a medianoche, una pregunta comenzó a rondar mis pensamientos: ¿Quién me recibiría entre sus manos con emoción y respeto? Me dormí cavilando sobre mi destino.
Al día siguiente los muchachos del Oratorio trajeron las flores con las que formaron mi cuerpo. Recuerdo el tacto áspero de sus manos encallecidas por el trabajo. Un albañil trajo los claveles; un pequeño limpiachimeneas, los lirios; un estudiante, las humildes violetas… Don Bosco, las margaritas. Me dieron forma de ramo. Sentí la vida. Me preparé para convertirme en sorpresa. Pero… ¿para quién?
Cuando cayó la noche me ocultaron en la penumbra de una habitación… Don Bosco y los muchachos fueron a buscarle… Minutos después entró ella. Todos le llamaban Mamá Margarita. Llegó secándose las manos en el delantal. Avivaron la luz de los quinqués. Vestía ropas humildes. Le invitaron a sentarse. Celebraban su onomástico. El afecto y la serenidad brillaban en sus ojos.
Comenzaron a recitarle poemas. Entonaron canciones agradecidas… Enumeraron sus tareas y labores. Bendijeron su afecto. Le proclamaron madre… Ella miraba a todos con ternura.
Al final llegó mi turno. Me tomaron del rincón donde me hallaba. Brillé con destellos de ramo de flores. Al son de una balada me acercaron a ella. Sentí el calor de sus manos sobre los tallos húmedos de mis flores. Descansé sobre su pecho. El sentido de mi vida llegó a lo más profundo cuando por el rostro de Mamá Margarita rodó una lágrima de emoción.
Pero acto seguido, la buena mujer enjugó la lágrima. Se rehízo. Y tras un breve silencio, anunció: Gracias, hijos. ¡Mañana, en la comida os pondré un plato más…!
Al escuchar aquella frase quedé perplejo. Los pétalos de mi cuerpo no atinaban a comprender el significado de “un plato más en la comida”… Los muchachos entendieron al instante. Sonó un aplauso fuerte y cerrado. Crecieron los vítores hacia la buena madre. Hubo besos, rezos y buenas noches…
Cuando todos marcharon, Mamá Margarita hizo de mí oración: me depositó ante la estatua de la Virgen. Y allí terminé mis días… Pero por mucho que discurrí, hube de resignarme a abandonar mi existencia de ramo de flores sin adivinar el significado de aquella frase: “mañana, un plato más en la comida”… En fin, secretos que tan sólo conocen las madres.
Nota: 1850. Noviembre. Don Bosco y los chicos del Oratorio festejan a Mamá Margarita con motivo de su onomástico. En el transcurso de una velada le regalan un ramo de flores. Ella lo agradece al día siguiente poniendo a los muchachos un plato más de comida (MBe IV, 122).
Fuente: Boletín Salesiano
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