Además, en el mundo actual que nos está tocando vivir, los jóvenes se enfrentan a desafíos no conocidos por las generaciones precedentes, pese a que aparentemente tienen de todo y no les falta de nada: La globalización, la tecnología y los cambios sociales han transformado radicalmente el panorama en el que crecen y se desarrollan. En un contexto individualista y donde prima la inmediatez, todo cambia de forma vertiginosa dando poco tiempo a los procesos consistentes y maduros que necesitan para crecer y desarrollarse. En este contexto tan complejo, la familia salesiana y todos los seguidores de Don Bosco creemos firmemente en el potencial y la capacidad de los jóvenes para construir un futuro mejor.
Los jóvenes de hoy son testigos y protagonistas de una era de cambios vertiginosos, como nunca se ha visto. Lo que ayer era tendencia, hoy está ya obsoleto. Los procesos educativos y todos los educadores afrontamos un gran reto para poder atender esta realidad.
Además, la tecnología les ofrece oportunidades ilimitadas para mejorar, relacionarse y ser creativos. Sin embargo, los jóvenes son también esclavos de esa tecnología, y se enfrentan a presiones significativas, como la necesidad de adaptarse a un mundo en constante cambio, altamente competitivo en el ámbito educativo, laboral y social, y la lucha por encontrar su lugar en un entorno saturado de información y expectativas.
A pesar de estos desafíos, no pocos jóvenes demuestran, con gran coraje y creatividad, ser motores de una transformación social contracultural. Son capaces de movilizarse por causas justas, de innovar en campos diversos y de aportar nuevas perspectivas que enriquecen nuestra sociedad.
Desde la perspectiva del Evangelio y el carisma salesiano, vemos en los jóvenes una fuente inagotable de esperanza. Don Bosco nos enseñó a creer en el potencial de los jóvenes, en base al amor y la amabilidad de su sistema preventivo, creando un ambiente de familia donde los jóvenes pudieran crecer en un entorno de confianza y apoyo.
Al igual que Don Bosco, estamos llamados a ofrecer a los jóvenes espacios donde puedan desarrollarse plenamente, donde se sientan valorados y comprendidos, proporcionándoles herramientas para enfrentar los desafíos de la vida con fe y esperanza. Debemos acompañarlos dejándoles espacio, sin tutelarles, siendo testimonio evangélico y evangelizador con nuestra presencia en los espacios que frecuentan. Estamos llamados a no dejar de creer en ellos, a apoyarlos y a caminar junto a ellos en su viaje hacia un futuro lleno de esperanza y posibilidades, al igual que hizo Jesús con esas dos personas que, llenas de dudas y desesperanza, iban camino de Emaús.
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