Muchas son las páginas que dedican los medios de comunicación al estado de crisis en la que estábamos, en la que estamos, de la que hemos salido, en la que seguimos…. Muchos han sido los análisis que se han vertido sobre las causas, las posibles soluciones. ¿No tenemos en España realidades suficientemente acuciantes como para movilizar, un poco siquiera, a los colectivos más jóvenes desde nuestras entidades, escuelas, asociaciones? El desempleo, los bajos salarios, el problema del acceso a la vivienda, al crédito, la discriminación de algunos colectivos, la pobreza creciente…
Sobre la participación hablamos mucho, pero hacemos menos de lo que decimos. Participar significa hacer esfuerzos, encontrar y construir espacios, crear dinámicas y hábitos, educar en itinerarios. En estos momentos se producen debates relevantes en torno a la participación en general y a la participación juvenil en particular.
Las tres patas básicas del taburete de la participación que tienen que estar equilibradas son: que la gente quiera participar, lo que tiene que ver con la motivación; saber participar, lo que tiene que ver con la formación, con saber organizarse y poder participar; y por último, que existan canales, medios posibilidades, para desarrollar la participación.
La palabra crisis en chino está designada por el símbolo del “Wei Ji” que significa peligro y oportunidad. Oportunidad para nuestras Entidades, Colegios, Centros Juveniles, Plataformas si la tomamos con actitud positiva y potenciamos todos los canales de participación.
Sigo creyendo que la organización de la ciudadanía en asociaciones va más allá de la satisfacción de los propios intereses, es una forma de expresión práctica de la participación directa y del compromiso social transformador de las personas que toman parte en tales asociaciones. En tiempos de crisis hacen falta organizaciones fuertes, convencidas de su contribución social, de su capacidad de transformar e incidir en el desarrollo social. Una exigencia que nos determina es cuidar lo existente. Ser capaces de fortalecer los proyectos asociativos existentes y fortalecer el compromiso de los miles y miles de personas que, a su ritmo, a su manera, están comprometidas aquí y ahora.
El voluntariado existente en nuestros centros juveniles, plataformas sociales, colegios, parroquias, deporte es una realidad. Es una manera de participación directa.
El voluntariado es un fenómeno de una importancia vital hoy en día, un movimiento arraigado y muy extendido. Pero también se trata de un movimiento plural, vivo y que debe de estar en evolución constante.
Así, durante los últimos años las organizaciones de voluntariado han tenido que ir adaptándose a nuevos retos que se les iban planteando que han generado grandes debates dentro de las asociaciones y colectivos: como ha sido la incorporación de personas remuneradas en las mismas, o el pasar de lo benéfico a lo reivindicativo, a la denuncia social; o el trabajo con otras entidades del mismo ámbito pero diferente ideología; el valor del reconocimiento por la acción voluntaria…
Actualmente nuevas formas de voluntariado, como el plurivoluntariado, el cibervoluntariado, la dedicación puntual, el voluntariado como salida laboral, la falta de “militancia” en el sentido tradicional, el voluntariado corporativo, etc. son los desafíos a los que las entidades de y con voluntariado deben enfrentarse.
En los últimos años la tendencia es caminar hacia lo que podríamos llamar “voluntariado por proyectos”, que lejos de ir en contra del voluntariado más “militante”, ha dado entrada en el movimiento asociativo a personas que optan por un modelo más centrado en un programa, que en una organización o estructura. Se entiende de otra manera, un modelo de participación.
Cuando pensamos en los animadores, educadores voluntarios de nuestros centros a algunos les viene a la cabeza inmediatamente que son aquellos que desempeñan “funciones” como organizadores de actividades, guías de grupos, de programas y de proyectos, de campamentos y actividades de tiempo libre. A veces nos puede dar la sensación generalizada que bastan dotes de comunicación y organización, espíritu joven, iniciativa, entusiasmo, cordialidad, decisión, interés por los niños y jóvenes para comenzar en nuestras tareas de animación, y sin embargo el tiempo y la realidad se encargan de hacer aflorar dificultades, límites, matices…. Porque la animación se entiende muchas veces como un simple quehacer, un “hobby” que se asume, cuando uno “le sobra tiempo” cuando es joven y se deja cuando aparecen otros intereses más fuertes. No sería un camino de entender bien todo lo que significa el ser voluntario. El voluntariado, la animación, el compromiso, se fundamenta en motivaciones de gran calado humano, social, de fe (si uno es creyente). Todos somos conscientes que no basta la buena voluntad. A participar se aprende participando.
Que otro mundo es posible lo tenemos muy claro todos los que trabajamos en la acción educativa desde el tiempo libre, si no lo creyéramos así, nuestra tarea con los niños y los jóvenes no tendrían ningún sentido.
Dice el doctor Rojas Marcos que la “empresa optimista” es aquella en la que el “empleado” cree que su aportación es determinante al resultado. Son organizaciones en las que las personas sienten que lo que hacen sirven para algo.
Para nosotros desde nuestras entidades, asociaciones, movimientos tenemos un reto por delante: en tiempos de crisis, más participación.
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