Hoy os saludo por última vez desde esta página del Boletín Salesiano. A partir del 16 de agosto, en el día en el que hacemos memoria del nacimiento de Don Bosco (de 1815), termina mi servicio como Rector Mayor de los Salesianos. Siempre es un motivo para dar gracias, ¡siempre Gracias! A Dios ante todo, a la Congregación y Familia Salesiana, a tantas personas queridas y amigas, a tantos amigos y amigas del carisma de Don Bosco.
Y deseo que también en esta ocasión mi saludo conecte y transmita algo de lo que he vivido recientemente. Así lo haré, y de ahí viene el título de este saludo: ¡Entre la admiración y el dolor!, porque me voy a referir a la alegría que llenó mi corazón en la República Democrática del Congo, más en concreto en la región de Goma, hoy golpeada por verse inmersa en un conflicto bélico, y la alegría y testimonio que ayer mismo recibí. Os sigo contando y me explico.
En Goma, otro Valdocco
Fue hace tres semanas, cuando después de visitar Uganda, concretamente el campo de refugiados de Palabek, donde se encuentran los Salesianos ayudando y trabajando con refugiados sursudaneses, atravesando Ruanda, llegué a la frontera en la región de Goma, hermosa tierra y rica naturaleza (y también por eso mismo apetecida y deseada de tal modo que las armas ‘hablan’). Tristemente, a causa de conflictos armados, en esa región hay más de un millón de personas desplazadas que han tenido que dejar su casa y su tierra. También nosotros tuvimos que dejar la presencia salesiana de Sha-Sha al haber sido ocupada militarmente. Ese millón de desplazados ha llegado a la ciudad de Goma, y en uno de sus barrios, en Gangi esta la presencia salesiana ‘Don Bosco’.
Mi alegría ha sido inmensa al ver el bien que se hace. Centenares de muchachos y muchachas tienen allí su casa. Varias decenas de adolescentes han sido recogidos de la calle y viven en la casa de Don Bosco. Allí mismo, a causa de la guerra, tienen su hogar 82 bebés, hasta recién nacidos incluso y niños y niñas que han perdido a sus padres o han sido abandonados al no tener modo de cuidar de sus hijos. Y allí, en ese otro Valdocco, tres religiosas de San Salvador, junto con un grupo de señoras, todas ellas sostenidas por la casa salesiana con ayudas que llegan gracias a la generosidad de los bienhechores y la Providencia, cuidan de esos bebés y esos pequeños. Cuando los visité, las hermanas habían vestido de fiesta a todos, incluso a los bebés que dormían en su cunita. ¡Como no sentir el corazón lleno de alegría ante esta realidad de bondad, a pesar del dolor que produce el abandono y la guerra!
Corazones encogidos
Pero mi corazón quedó golpeado al encontrarme con varios centenares de personas que con motivo de mi visita se acercaron a saludarme. Forman parte de los 32.000 desplazados que han dejado sus casas y tierras a causa de las bombas y han venido buscando refugio. Ellos lo han encontrado en los campos de juego y los terrenos de la casa Don Bosco de Gangi. No tienen nada; viven en unos pocos metros cuadrados de tierra bajo unas lonas o telas. Esta es su realidad. Juntos buscamos cómo encontrar alimento cada día.
Pero ¿sabéis qué es lo que más me ha impresionado? Lo que más me impresionó fue que cuando estuve con estos cientos de personas (mayoritariamente ancianos y mamás con niños), no habían perdido su dignidad y no habían perdido ni la alegría ni la sonrisa. Me he quedado maravillado y con el corazón triste ante tanto sufrimiento y pobreza, por más que nosotros estemos poniendo nuestro granito de arena.
Y otra gran alegría me la he llevado hace poco al recibir un testimonio de vida que me ha hecho pensar en adolescentes y jóvenes de nuestras presencias, y a tantos de los hijos e hijas de padres que me puedan leer y que sientan que sus hijos están desmotivados, que se aburren con la vida, o que no sienten pasión por casi nada. Entre los huéspedes de estos días en el Sacro Cuore (de Roma), nos visitó una extraordinaria pianista que ha recorrido el mundo dando conciertos y que ha formado parte de grandes orquestas filarmónicas. Ella es antigua alumna de los Salesianos y ha tenido a un salesiano ya fallecido como gran referente y modelo. Quiso ofrecernos este concierto en el atrio del templo como homenaje a María Auxiliadora, a quien tanto ama y como agradecimiento por todo lo que ha sido hasta ahora su vida. Y digo esto último porque nuestra querida amiga nos ofreció un maravilloso concierto, con una calidad excepcional, a sus 81 años.
Venía acompañada de su hija. Y con esa edad, quizá en la que algunos de nuestros mayores en la familia han dicho que ya no tienen ganas de hacer nada, nuestra querida amiga, que todos los días se ejercita en el piano, movía sus manos con una agilidad maravillosa y estaba sumergida en la belleza de la música. El tiempo se había detenido para ella en esa hora. Y sencillamente, la buena música, una sonrisa generosa al final de su actuación y la entrega de unas orquídeas a la Virgen Auxiliadora fue todo lo que necesitamos en esa mañana maravillosa.
Mi corazón salesiano no podía no pensar en esos chicos y jóvenes que quizá no han tenido o ya no tienen nada que les motive en su vida. Ella, nuestra amiga concertista, a sus 81 años, vive con mucha paz y, como me decía, sigue ofreciendo el don que Dios le dio y cada día encuentra más motivos para ello. Otra lección de vida y testimonio que no deja indiferente el corazón.
Por eso, amigos y amigas, gracias, gracias de todo corazón por todo lo bueno que juntos vamos haciendo. Por poco que sea, ayuda a que nuestro mundo sea un poquito más humano y bello. Que el buen Dios os bendiga.
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