“Hacer visible lo invisible”

19 noviembre 2025

En el ajetreo de nuestras vidas, rodeados de lo inmediato y lo tangible —lo material—, corremos el riesgo de perder la capacidad de mirar más allá. Nos movemos en la superficie de las cosas, en un mundo que valora lo que puede medir, pesar y tocar. Sin embargo, en el corazón de nuestra fe y de nuestra misión salesiana late una verdad profunda: “lo esencial es invisible a los ojos.”

Nuestra parroquia de San Francisco de Sales en Madrid -Salesianos Estrecho-, referente de fe y encuentro comunitario, guarda un secreto a la vista de todos: su magnífica cúpula en la iglesia. No es solo una obra maestra arquitectónica, un patrimonio que nos habla del ingenio y la devoción de quienes nos precedieron. Es, sobre todo, un símbolo poderoso, una invitación silenciosa y constante para “hacer visible lo invisible”.

Contemplar con los ojos del alma

Al entrar y alzar la vista, la cúpula de Salesianos Estrecho se revela en toda su grandeza. Los juegos de luz, los colores y las formas no son un fin en sí mismos: son el medio, el lenguaje visible de una realidad invisible. Cada tono, cada figura representada, es un grito de fe que busca despertar el nuestro. En su inmensidad, nos sentimos pequeños, pero no insignificantes; al contrario, nos sentimos parte de un cosmos creado y amado por Dios.

Contemplar la cúpula no es un simple acto estético; es un ejercicio espiritual. Es permitir que la belleza, esa «hermana pequeña de la santidad» de la que hablaba nuestro patrono San Francisco de Sales, nos conduzca hacia el Autor de toda belleza. En ese momento, la arquitectura se convierte en oración, el patrimonio en puente hacia la eternidad. Hacemos visible la fe, la esperanza y la gloria de Dios a través de una inesperada obra humana.

Hacer visible la caridad en lo cotidiano

Pero este «hacer visible lo invisible» no se agota en la contemplación. La cúpula, que nos eleva hacia el cielo, debe encontrar su equivalencia en nuestras manos, que se encuentran en la tierra. El mismo impulso que nos lleva a maravillarnos con la belleza debe movernos a reconocer la dignidad invisible en cada rostro que se cruza en nuestro camino, especialmente en los jóvenes más desfavorecidos.

Don Bosco, nuestro padre y maestro, hizo visible el amor de Dios no construyendo cúpulas de ladrillo, sino levantando una familia a partir de la invisibilidad social de los jóvenes pobres. Hizo visible la esperanza donde solo había desaliento; la educación, donde reinaba el abandono.

En nuestra parroquia, cada grupo juvenil, cada catequesis, cada acontecimiento parroquial, es un acto de hacer visible la caridad de Cristo. Es pintar, con los colores de la compasión y la acogida, la cúpula invisible de la Familia de Dios.

Un juego de palabras como programa de vida.

Así, este «hacer visible lo invisible» se convierte en un juego de palabras más serio y profundo que podemos afrontar. Es la tarea del artista, del creyente y del educador. Es la vocación salesiana por excelencia: revelar a los jóvenes su valor infinito a los ojos de Dios, valor que la sociedad a menudo ignora.

Te animo a visitar la parroquia de San Francisco de Sales y a dedicar un instante a contemplar su cúpula. Observa cómo la luz juega con las sombras, cómo las figuras y los colores cuentan historias, cómo el espacio mismo parece susurrar. Allí, en ese instante de quietud, comprenderás que hacer visible lo invisible no es solo un ejercicio estético, sino un camino de encuentro: con uno mismo, con los demás y con Aquel que, desde lo invisible, nos llama a ser luz. Porque, al final, esa es nuestra misión: ser testigos de que lo más esencial no siempre es lo más evidente, y que la fe consiste precisamente en tener ojos para ver lo invisible.

1 Comentario

  1. JOSE ENEBRAL

    Comentario *Ciertamente, dado que, porque así lo desee Él, no parece que el Señor se deje ver en nuestro mundo (guerras, genocidios, pandemias, catástrofes, hambrunas, injusticias, etc.) salvo acaso para curar a algunos enfermos piadosos y poco más, hemos de hacer el ejercicio de cultivar la fe, de ver (imaginar) lo invisible. Incluso sin duda conviene ver lo invisible al margen de lo divino: percibir, intuir, inferir, relacionar, soñar…
    Lo del las cúpulas bien, que las hay espectaculares en todo el mundo; pero, de la Autoría de toda belleza, no sé qué decir porque a veces uno cedería algo de belleza a cambio de mayor dosis de paz, justicia, igualdad, tranquilidad… En fin, Él sabrá lo que hace y démoslo por bueno.

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