La enciclopedia Casalis

Las cosas de Don Bosco  |  José J. Gómez Palacios

11 junio 2024

Una información diferente

Soy una de esas grandes enciclopedias que contienen en sus páginas parte del saber humano. Nací en Turín. Me bautizaron con tinta de imprenta. Me pusieron el pomposo nombre de «Diccionario histórico, geográfico, estadístico y comercial de los estados de su majestad el rey de Savoya». Mis 29 volúmenes forman una monumental obra de consulta.

Mi creador, el abad Godofredo Casalis, con mano firme y tesón encomiable, empleó veinte años en redactarme. Citas documentadas. Minuciosas descripciones. Itinerarios comerciales. Mapas. Leyendas. Tradiciones populares.

Cuando me destinaron a la Biblioteca Nacional de Turín, una mezcla de orgullo y vanagloria se deslizó por entre mis volúmenes. No obstante, mi satisfacción duró poco. Me hallaba aherrojada en una tediosa soledad. Nadie me tomaba entre sus manos. Una tenue pátina de polvo se depositaba en la parte superior de mis tomos.

Sin embargo, todo cambió aquella mañana. Unas manos me despertaron del letargo. Era un joven sacerdote. Tomó un volumen, luego otro… Sacó un cuaderno. Anotó retazos de historia. Garabateó recorridos geográficos. Apuntó leyendas… Su mirada recorrió parajes emblemáticos: Albugnano, Abadía de Vezzolano, Castillo de Montaldo… Me esforcé por serle útil.

Cuando marchó, me entró curiosidad. ¿Quién era aquel sacerdote? ¿Por qué su interés en extraer parte de mis conocimientos?

Al día siguiente atravesó nuevamente el umbral de la biblioteca. Me alegré. Pero en esta ocasión no venía solo: le acompañaban dos jóvenes provistos de sendos cuadernos. Antes de coger mis tomos entre sus manos, les explicó en voz baja su cometido. Agucé el oído.

Cuando escuché su propósito, me embargó una oleada de asombro y admiración. Aquel joven sacerdote, llamado Don Bosco, preparaba un recorrido de tres semanas por las montañas del Monferrato para sus chicos del Oratorio, donde había acogido a decenas de huérfanos que habían perdido a sus padres en las terribles batallas de Magenta y Solferino. Deseaba ofrecerles una experiencia única.

Cuando me enteré de que yo había sido la enciclopedia elegida para ilustrar misión tan noble, puse toda mi sabiduría a su servicio. Viéndoles trabajar con tanto empeño sobre mi cuerpo de papel, a duras penas conseguí aquietar mis emociones.

Si algún día vas a la Biblioteca Nacional de Turín y tomas entre tus manos mi volumen primero, donde se da noticia de la población de Albugnano y su abadía, verás emborronada la tinta de algunas líneas… No me lo tengas en cuenta. Aunque tan sólo soy una enciclopedia hecha con hojas de papel, aquel día no pude reprimir varias lágrimas de alegría.

Nota: Verano 1859. La guerra de Francia y Piamonte contra Austria deja numerosos huérfanos tras las batallas de Magenta y Solferino. Don Bosco acoge a decenas de ellos. Para alegrarles, prepara un itinerario de 20 días por las montañas del Monferrato. Se informa de los lugares a visitar con el «Dizionario Casalis» (MBe VI, 209-211).

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