La Familia salesiana en un tiempo de cambio acelerado

22 enero 2023

Pedro Ruz Delgado

Según el Instituto Cervantes, se atribuye al filósofo, escritor e intelectual español Miguel de Unamuno (1864-1936) la frase “El progreso consiste en renovarse”, que dio pie al pueblo llano para hacer suyo el aforismo “renovarse o morir”, señalando la saludable necesidad de realizar cambios, muchas veces radicales, para responder a las nuevas necesidades o sensibilidades que van surgiendo en el devenir de la historia.

Ya los estudiados filósofos presocráticos nos lo habían recordado, Πάντα ῥεῖ (Panta rei, en griego clásico)»Τodo fluye». Un concepto atribuido por el mismo Platón (427-347 a. C) al filósofo Heráclito de Éfeso (540-480 a.C?), que esquematiza su supuesta opinión de que todo está en un continuo cambio en un ejemplo-modelo del devenir de todos los tiempos: “No es posible bañarse dos veces en el mismo río”.

El mundo cambia y nosotros con él. Las transformaciones actuales han tomado un ritmo vertiginoso. Cada uno y cada institución debe emprender su particular viaje a Ítaca (la isla origen y destino del griego Ulises), con sus aventuras, retos y sueños. Aún hay venerables instituciones que se sorprenden al darse cuenta del “punto crítico” en el que se encuentran, y se asustan al verse reflejados dentro del grupo englobado en “los que se han quedado atrás”, “los inadaptados”, “los fosilizados”, hablando claro “los marginados”, “obsolescentes”, “pasados de moda”. Ya lo advirtió el escritor alemán Hermann Hesse (1877-1962): «Lo que importaba era encontrar su propio destino, no un destino cualquiera, y vivirlo por completo».

Hoy día, simplificando esta realidad en la que nos encontramos sumergidos, podemos decir que existen dos tipos de instituciones: Las que se renuevan y se adaptan a los cambios; las que se actualizan asimilando nuevas situaciones, sensibilidades y retos. Esas son las que tienen un gran y amplio futuro. Y en el otro lado, las conformistas, que añoran un pasado de antiguas glorias que nunca volverá; las nostálgicas de tiempos de oro pretéritos siempre mejores. Son las que languidecen y se mueren sin remedio, con pasado más o menos glorioso o mitificado y un futuro estéril sin fruto alguno.

¡Espabilemos! ¡Despertemos! “Un viaje de mil millas comienza con un primer paso” (Lao Tsé, 570-490 a.C). Antes nos parecía imposible adaptarnos al internet, al móvil, a las redes sociales, a las videoconferencias, a las reuniones on line… y el que hablaba sobre estos temas era “un rarito”, “un friki” ¡Qué todavía no nos hemos enterado! Ahora “los raritos” somos nosotros que nos hemos quedado anclados en nuestro modus facendi (modos de hacer) anticuados, obsoletos y, por qué no decirlo, estériles y secos. Repitiendo modelos caducos de esquemas mentales, ideologías, enseñanzas o modelos de evangelización.

Y aún podemos pensar que estamos bien como estamos, que no pasa nada, que estos cambios son fruto de una situación pasajera, que todo volverá a ser como antes, cuando nos contábamos por cientos en nuestros grupos, nos peinábamos bellas melenas y vestíamos bonitos modelitos, pero nos equivocamos de pe a pa. El mundo no solo ha cambiado y evolucionado (que no es lo mismo), sino que se encuentra en una evolución constante, más rápida de lo que podemos pensar y podemos quedarnos atrás en un pispás, incluso podemos olvidarnos de las tres cosas que nunca pasan de moda y forman parte de nuestro tesoro común: Nuestro testimonio personal de vida cristiana y salesiana comprometida por un mundo mejor y más justo, nuestra capacidad de comunicar ilusión y optimismo real y nuestra competencia a la hora de descubrir los nuevos espacios (areópagos) donde se juega el presente y el futuro de las personas y hacernos presentes gratuitamente en ellos con humildad y sencillez.

El consumidor puede dejarse seducir, pero no nos engañemos, rara vez prometerá lealtad. Sus gustos o necesidades y su forma de satisfacerlos cambian continuamente y nosotros no estamos cambiando al mismo ritmo.

Las fórmulas mágicas no existen (si es que alguna vez existieron). El antiguo alumno o alumna, el devoto de María Auxiliadora, el cooperador salesiano, el salesiano consagrado o la Hija de María Auxiliadora, la Familia Salesiana en su conjunto, debe cambiar con el tiempo, debe evolucionar con él. Una magistral fórmula para ello fue la del salesiano don Giuseppe Bertello (1848-1910) encargado de la Escuela Profesional: “con Don Bosco y con los tiempos”. Unidos a nuestro carisma fundacional y abiertos a los cambios y adaptaciones que exigen cada época.

No digo con eso que renovarse implique automáticamente que creceremos y viviremos, no es una certeza, puesto que influyen muchos factores externos, pero sí es una posibilidad y lo que sí es cierto es que, si sólo nos dedicamos a lamentarnos y no hacemos nada, estaremos abocados a ser material museístico y a una muerte segura por inanición.

1 Comentario

  1. Eduardo ESTEBAN

    Tu evolución literaria y progreso dentro de la Congregación desde que nos conocimos y convivimos el año del Noviciado de Sanlucar la Mayor, con Eusebio, Siro, Andrés como mentores y Don José Báez como confesor, ha sido espectacular.
    Pocos quedáis dentro de aquella… «añada» y me alegro mucho de ver y saber de ti.
    Un abrazo muy fuerte.
    Fijo que no te acuerdas.
    Han pasado 40 años

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