La llave del cofre

Las cosas de Don Bosco  |  José J. Gómez Palacios

26 diciembre 2023

Soy una pequeña llave de metal dorado. Me cabe el honor de haber custodiado los secretos de un pequeño cofre de madera forrado de terciopelo. Soy fuerte y fiel. Nunca me he vendido a nadie. He preservado, durante más de treinta años, los ahorros de Don Calosso. Este anciano sacerdote, que caminaba encorvado por el peso de los años, fue doctor en teología. Bajo su sotana gastada por los años latió un corazón lleno de sabiduría y bondad. Hablaba de Dios con palabras sencillas que entendían hasta los campesinos de Morialdo.

Mi vida ha cambiado desde hace unas semanas. Don Calosso ayudaba a Juan Bosco, un muchacho de I Becchi que no podía pagarse los estudios. Le enseñaba latín al tiempo que le mostraba el camino para ser sacerdote. Pero un aciago día Don Calosso sufrió un ataque de hemiplejia. Quedó paralizado de medio cuerpo y perdió el habla. Aún le quedaron fuerzas para pedir, por señas, que llamaran a Juan Bosco. El chico voló al lado del sacerdote. El anciano párroco, con gran secreto y decisión, me entregó al muchacho. A pesar de la tristeza del momento me sentí en buenas manos. Los ojos de aquel chico reflejaban sinceridad.

Murió Don Calosso y avisaron a sus sobrinos… Participaron con rutina en el entierro. Concluido el funeral fueron a la rectoría. Al descubrir el cofre se agitó su corazón ambicioso. Preguntaron por la llave. Nadie sabía nada. Gritaron que ellos eran los herederos. Juan Bosco, que me guardaba en el interior de su mano cerrada, sin pronunciar palabra la abrió. Y aparecí yo. Los ojos de los sobrinos brillaron de avaricia. Me arrancaron de la mano. Se precipitaron hacia el cofre. Abrieron, sacaron el dinero… y marcharon.

Juan vivió semanas de dolor, y yo con él. Al final sus ojos se llenaron de vida y comenzó a guardar un nuevo tesoro en el cofre: los libros de Don Calosso. Está decidido a aprender a hablar de Dios con palabras sencillas. Y yo soy la llave que custodia esta sabiduría.

Nota: Don Bosco conservó siempre un recuerdo imborrable y agradecido de Don Calosso. En las Memorias del Oratorio él mismo nos narra la historia de la llave. (MO. Primera década nº 3).

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