La mirada del cuidado

17 enero 2025

“En estos momentos donde todo parece diluirse y perder consistencia, nos hace bien apelar a la solidez que surge de sabernos responsables de la fragilidad de los demás buscando un destino común. La solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás. El servicio es «en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo”. (Fratelli tutti 115).

Sabemos por experiencia que desde la proximidad y lo cotidiano, el educador salesiano apuesta por el cuidado de las personas, como vocación. El carisma educativo de Don Bosco está basado en un actuar desde la empatía, la vinculación con el otro. Hay obras y servicios sociales salesianos que cuidan de las vidas de los jóvenes, especialmente de aquellos que está más amenazados y cuidan de la fragilidad, especialmente de los sujetos más vulnerables.

Pero esta tarea corresponde también a cada uno de nosotros educadores salesianos. Compartimos las palabras del papa Benedicto XVI dirigidas a los que trabajamos en instituciones sociales de la Iglesia: “un primer requisito fundamental es la competencia profesional, pero por sí sola no basta (…) Necesitan humanidad. Necesitan atención cordial. Cuantos trabajan en las instituciones caritativas de la Iglesia deben distinguirse por no limitarse a realizar con destreza lo más conveniente en cada momento, sino por su dedicación al otro con una atención que sale del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad. Por eso, dichos agentes, además de la preparación profesional, necesitan también y sobre todo una ‘formación del corazón’» (Deus caritas est, 31.a)

La “amorevolezza” salesiana es un freno de emergencia y un dique contra el olvido, contra la abstracción, contra el anonimato y la generalización. Es una palabra que gira en torno al potencial de la ternura, a las capacidades humanas y al empoderamiento del sujeto. Nuestros jóvenes, como cualquier ser vivo, necesitan oxígeno, agua, alimento; pero como seres humanos necesitan de reconocimiento y afecto, que es un derecho y un deber de la vida cotidiana. Y necesitan de una espiritualidad que les permita vivir con sentido su vida.

La dimensión del cuidado es clave en la reconstrucción social en nuestros barrios, pueblos y ciudades. La mirada del cuidado tiene que ver con la justicia, tiene que ver con la humanización de las relaciones. Es transversal y crucial. Y donde decimos “cuidado” podemos poner mil nombres: acogida, confianza, reconocimiento, autenticidad, esperanza, empatía… y tantos otros términos.

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