«Soy el mismo padre Tom. Antes y ahora. No he cambiado». Tom Uzhunnalil, de origen indio, deja claro que ninguna pregunta le molesta, que recuerda perfectamente lo que pasó y, por encima de todo, agradece las oraciones para su liberación «porque sé que fueron decisivas para que hoy yo esté aquí y mi misión sea daros las gracias y asegurar que Dios todo lo puede con la oración». El padre Tom está en Madrid para compartir su testimonio de fe tras permanecer más de 18 meses secuestrado en Yemen por terroristas islámicos. Con el perdón y la oración por bandera, su fe no deja indiferente a nadie.
En el Colegio Salesianos Atocha, y ante varios cientos de personas, el padre Tom reconoció ayer que duerme bien desde el primer día, que no tiene pesadillas y que nunca ha estado deprimido por lo que sufrió. Fueron más de 18 meses de secuestro, 557 días atado y siempre encapuchado para hablar con sus captores, a los que apenas entendía porque lo hacían en árabe y él sólo habla inglés, «pero me trataron bien. Nunca me pegaron y siempre me dieron de comer lo que ellos comían», asegura el padre Tom.
Vio cómo asesinaban a las cuatro hermanas de la Caridad aquel 4 de marzo de 2016 junto a otras 16 personas. «Desde el primer momento recé por ellas. Al principio pensé que yo sería el próximo en morir, pero Dios no lo quiso y nunca tuve miedo. Antes de meterme en el maletero de un coche me preguntaron si era musulmán, pero dije que no, que era cristiano».
Fue trasladado cinco o seis veces de lugar durante su cautiverio. «Escuchaba voces de alguna familia, por lo que sabía que estaba en una casa, pero lo que más oía eran las bombas de la guerra y por eso nunca pensé en escapar, porque habría muerto sin saber adónde ir», comenta el padre Tom.
La mejor terapia durante su cautiverio fue siempre la oración: «Rezaba mucho, el ángelus, padrenuestros, avemarías y glorias, cuatro o cinco rosarios y siempre pedía por las hermanas de la Madre Teresa asesinadas y también por mis captores, a los que perdoné desde el primer día. También decía la misa de memoria, porque no tenía libros ni pan y vino para consagrar. Todo eso me ayudó a mantenerme lúcido y vivo y a sentir que Dios estaba conmigo».
Hasta que no lo liberaron no supo que una de las hermanas logró esconderse y salvar su vida, y también conoció el bulo que había corrido en Semana Santa de 2016 sobre una supuesta crucifixión el Viernes Santo. «No tenía contacto con la realidad, no leía, ni podía escribir… tan sólo cuando me obligaban a grabar un vídeo pidiendo mi liberación podía ver escrito en lo que me daban para leer la fecha que era», recuerda.
Agradece la solidaridad en la oración durante el tiempo que estuvo secuestrado: «Gracias a vuestras oraciones yo estoy hoy aquí, y sabed que yo también recé por vosotros. La oración es el arma más poderosa y el perdón la mejor de las medicinas».
Un día después de su liberación en Omán, el 12 de septiembre, el Papa lo recibió en Roma: «Fue maravilloso. Nunca había estado ante el Santo Padre y no dejaba de llorar. Me arrodillé a besarle los pies y él me levantó y me besó las manos. Fue tanta la emoción que no recuerdo muchas cosas de ese día».
El secuestro, del que estuvieron pendientes los ambientes salesianos de todo el mundo, le ha infundido mayor fe aún, y reconoce que tal vez vuelva a Yemen. «Si Dios me lo pide, por supuesto que volveré, igual que ahora mi misión es estar aquí, con vosotros, dando gracias por las oraciones y siendo testimonio de Dios, porque todos tenemos una misión y si confiamos en Él superaremos las dificultades. La oración lo puede todo», recalcó varias veces el misionero de origen indio, que ha plasmado en un libro titulado ‘Por la gracia de Dios’ toda su experiencia y que muy pronto estará traducido al castellano.
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