La vida como peregrinación. En camino hacia Santiago de Compostela

10 mayo 2023

Esta semana santa junto con el equipo de pastoral de nuestra Obra Salesiana y algunos jóvenes me puse de nuevo en “camino” hacia Santiago. Es la 38 vez que lo hago y cada una de ellas es distinta. Soy un convencido que la experiencia es una propuesta tan atractiva y tiene una fuerza espiritual y de fe profunda, que es muy difícil que no te enganche.

Cada uno del grupo teníamos nuestras razones para comenzar a caminar, pero todos teníamos una motivación de tinte espiritual-pastoral que nos ayudaba a entender la propia vida como una “peregrinación” hacia Dios a través del prójimo.

El camino y la peregrinación son, por tanto, reveladores del misterio humano profundo. Vamos encontrando lo que somos en la medida en que nos movemos y caminamos, en la medida en que superamos la tentación del estancamiento. Paso a paso se va manifestando nuestro ser más auténtico y original. Progresivamente se va revelando el sueño de Dios para con nosotros: nuestra irrepetible condición de hijos e hijas suyos.

Alguien escribió hace tiempo: “… aunque parezca difícil entenderlo, el camino tiene su música”. Hay una música que proviene del exterior, que nos es sugerida por el paisaje, por el entorno, por el clima, por el tipo de terreno que pisas, por los peregrinos que te superan o adelantas, la lluvia que te moja la cara, el frio que se te mete en el cuerpo, la belleza de un valle o el esfuerzo de la colina que para uno se convierte en montaña. Y hay otra música interior, que es la que emerge de las propias vivencias, evocaciones, recuerdos y esperanzas, de proyectos y miedos, de evaluación personal y oración profunda.

Una de las grandes virtudes que exige el camino es la perseverancia, asociada a la paciente fortaleza. Por momentos se podrán buscar razones para continuar andando, pero en otras ocasiones es simplemente cuestión de «seguir caminando». Como en la vida, por momentos se camina a oscuras, en la confianza cierta de que llegará el tiempo en que se hará la luz. Sería necio abandonar el camino simplemente porque un día, o varios días, se fue apagando la novedad de la aventura, o porque el paisaje ya no deslumbra, o las personas no acompañan. Lo mejor tendrá que acontecer como un gran regalo, cuando menos se lo espere, a modo de acorde consonante pleno de orquesta.

En una de las etapas cuando nos unimos al camino francés todo son peregrinos y turistas que bajan del autobús con palos “selfi”. Me doy cuenta que muchos van mirando el suelo pensando en los kilómetros que quedan para llegar al albergue, pensando en sus dolores y metas cortas, ni disfrutando del camino. Una prueba física sin más. Para mi es una etapa que estoy disfrutando con los «pequeños detalles». Esos que hacen que el camino se vea con otros ojos y le dan sentido, como la vida misma.

Ver una inscripción de amor de una pareja, pasar al lado de un pequeño lago y ver unos cisnes y cerrar los ojos y escuchar el sonido de una pequeña cascada de agua, sentir con tus pies los distintos tipos de tierra que pisas, los diversos colores de verde entre las sombras de los árboles y hasta una imagen de Maria Auxiliadora en un pequeño altar recordando a un peregrino fallecido. Repito los detalles de la vida. Qué pena que muchos no los vean, solo quieren quemar metros sin más.

Me llega un wasap, compañeras que quedan atrás. Dilema seguir a mi ritmo y que se apañen como todos o esperar y romper el propio ritmo. Dilema resuelto. Espero. Siempre por encima de todo los últimos. Aquellos que te pueden necesitar. Mi corazón no me pide otro sentimiento. Espero paciente para seguir el camino con otros, así el camino de la vida cobra sentido.

Tal vez pocas cosas como el caminar y la peregrinación revelen tan acabadamente el misterio de la existencia humana. Somos caminantes y peregrinos: esto significa que vivimos en proceso, que nos vamos haciendo y transformando en verdaderas personas muy de a poco. Que estamos en búsqueda, que existe en nosotros una in-satisfacción profunda que clama siempre para «mas».

Este año nuestra campaña “Abrimos Caminos “la hemos vivenciado en el camino de manera especial. Cuando hemos retomado nuestro trabajo como equipo de pastoral en nuestra casa salesiana nos damos cuenta que la mirada cómplice es profunda porque en el camino de la vida vamos sinodalmente, nunca solos.

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