Una de las consecuencias negativas de las políticas de confinamiento en la pandemia es la cantidad de problemas psicológicos que se han producido en las personas sobre todo en la vivencia de los sentimientos.
Durante mucho tiempo en la historia de la filosofía y la psicología los sentimientos y las emociones fueron el patito feo de la investigación y la reflexión. Se las consideraba la parte menos importante del ser humano, una debilidad de la persona. Sin embargo, hoy día se las ha revalorizado y considerado como la parte del ser humano que da sabor, fuerza y energía a la vida de las personas.
Según algunos expertos en psicología, cuando venimos a este mundo, traemos un paquete básico: amor, alegría, tristeza, ira, miedo… que en la vida se van diversificando y mixtificando, pero sin manual de instrucciones de cómo usarlos.
Ese manual de instrucciones lo vamos haciendo cada uno con las consignas, órdenes y mandatos de nuestros padres, familia, educación, sociedad, religión…, que nos van diciendo y fijando el uso y la manifestación de nuestras emociones y sentimientos. Según sea ese manual de instrucciones, del manejo que de ellos hagamos, las emociones y los sentimientos serán los mejores aliados de nuestra felicidad en la vida o los encargados de arruinarla, haciendo de ella un valle de lágrimas. Todos tenemos emociones y sentimientos, pero cada uno los manejamos y usamos lo mejor que podemos y sabemos y eso se traduce en bienestar físico y psíquico o en enfermedades con marcado acento psicosomático.
Si en nuestra vida cultivamos constantemente emociones negativas, la ira, el odio, el resentimiento o, por el contrario, la alegría, la visión positiva de las cosas y las personas, nuestra vida tendrá un cariz negativo o positivo, potenciarán la salud o la disminuirán.
Pero, el problema no está solo en tenerlas, sino también en expresarlas o no y el modo de hacerlo. Las cosas no son como son, sino como nos parecen, según el color del cristal con que se miran. De ahí que sonreír, ser positivo, tener buen humor, no dramatizar las dificultades, y permanecer serenos ante los vendavales sean blindajes muy efectivos de nuestro bienestar físico-psíquico.
Jesús también vivió una serie de emociones y sentimientos. Tristeza por la incomprensión de la gente de su pueblo. Amor y ternura hacia los niños. Compasión del ciego al borde del camino, de la gente que llevaba tres días con él y que no tenía qué comer. Llanto por la muerte de su amigo Lázaro y por la destrucción de Jerusalén. Ira hacia los mercaderes del templo, hacia los escribas y fariseos por su hipocresía y hostilidad. Tristeza, angustia y miedo en la soledad del Monte de los Olivos… En fin, Él también sintió, padeció y expresó sus sentimientos y puede ser un buen modelo y ayuda para nosotros.
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