Defoe escribió una obra repleta de aventuras, inspirándose, en gran parte, en los sucesos que vivió el explorador español Pedro Serrano en 1526. Mientras recorría en un patache – una frágil embarcación con sólo dos mástiles – del que era capitán, la distancia que separaba La Habana de Cartagena de Indias, una zona repleta de atolones y pequeños archipiélagos. En esa precisa zona se vio atrapado en medio de un huracán ante el que no pudo hacer frente y acabó hundiéndose. Pedro Serrano, único sobreviviente del aciago naufragio, tras tres días en el mar, sobrevivió.
Consiguió llegar nadando a un islote (hoy día llamado el “Banco Serrana”, compuesto por seis cayos arenosos, en el mar Caribe, pertenecientes a Colombia), inhóspito y despoblado, sin agua potable ni leña. Allí vivió solo, durante tres años, aguazando su ingenio (pesca, torre, agua de lluvia, señales de humo…), sin perder nunca el ánimo. Pasados tres años, otro superviviente fue a parar al mismo lugar. De esta manera los dos supervivientes convivirían durante cuatro años más, compartiendo adversidades comunes y sonidos mutuos. Ya en 1534 un galeón español los recogería y salvaría a ambos. Serrano sería presentado, de vuelta a Europa, al emperador Carlos I que lo recompensó con generosas dádivas. Fue un caso histórico relatado en sus “Crónicas reales” por Gómez Suárez de Figueroa, conocido como el Inca Garcilaso (1539-1616), escritor, militar y religioso nacido en el actual Perú.
El escritor y médico italiano, Emilio Salgari (1862-1911), también hace referencia a tan peculiar personaje en su libro de aventuras, heroísmo, traiciones y luchas, titulado: “La Capitana del Yucatán” (1899), calificándolo del “Robinsón español”. Otro personaje en el que también se inspiró Defoe, fue el marinero escocés Alexander Selkirk (1676-1721) que vivió una situación similar en la isla deshabitada de “Más Afuera” del Archipiélago Juan Fernández (actual Chile) en el Pacífico Sur.
Las sondas espaciales Voyager fueron lanzadas en 1977 por la NASA (Agencia estadounidense de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio). Dichas sondas tardarían 40.000 años en alcanzar las proximidades de la estrella más cercana a nuestro sistema solar. Ambas fueron equipadas con dos discos fonográficos de cobre bañado en oro y de 30 cm de diámetro, titulados «The Sounds of Earth» (“Los sonidos de la Tierra”).
¿Cuál era su contenido? Sonidos (fono) e imágenes (gráficos) que retratan la diversidad de la vida y la cultura en la Tierra. Los cuales se diseñaron con el objetivo de dar a conocer la existencia de vida en la Tierra a alguna posible forma de vida extraterrestre inteligente que los encontrase y, además, tengan la capacidad de leer, entender y descifrarlos. Entre los sonidos: contienen un saludo de la Secretaría General de la ONU (en inglés); unos saludos en 56 idiomas, incluyendo y lenguas antigua (sumerio, arameo,…); unos «Saludos de la ONU en varios idiomas. A continuación, hay una ecléctica selección de música de diferentes culturas. También contienen una grabación de una hora de duración con las ondas cerebrales de Ann Druyan (1949), activista, escritora y productora estadounidense especializada en producciones sobre cosmología y la ciencia popular. Junto al audio, se añade un registro que contiene una colección de 116 fotografías en las que se muestran las diferentes formas de vida en la Tierra y la sociedad humana. Toda una panorámica de la vida humana sobre la tierra.
Los hombres necesitan vivir, pero también compartir. Solos no somos nada, ni nadie. Hace años conocí el término “Ubuntu”. La palabra proviene de las lenguas zulú y xhosa de Sudáfrica, un concepto tradicional que viene a significar algo así como «soy porque tú eres. Eres porque somos». Es la conciencia de que tenemos responsabilidad sobre los demás, especialmente sobre los vulnerables, y también sobre el medioambiente. Hay que tener humanidad hacia los demás, si todos ganan tú también ganas. La humildad y la empatía son fundamentales para conseguir el bien común que al también es el bien propio. Una persona se hace humana a través de los demás. Pedro Serrano, Alexander Selkirk… en definitiva toda la humanidad, será en la medida que reproduce y comparte los “sonidos de la tierra”.
Buena reflexión en tiempos del neoliberalismo salvaje que exacerba las variables individuales, y obvia que «somos» sociedad. No «estamos» en un grupo humano.