Muertos y diálogo interreligioso

19 noviembre 2022

Artículo original publicado en Vida Nueva el 5 de noviembre de 2002

Una familia europea se estableció en Marruecos en la primera mitad del siglo XX. Vivió durante varias décadas no solo en buena vecindad con los musulmanes: con algunas familias estableció lazos de verdadera amistad y, con una en concreto, de auténtica fraternidad. Los hijos crecieron juntos; la casa de unos era la casa de los otros, y viceversa.

Los musulmanes veían que, cada principio de noviembre, los cristianos iban al cementerio a llevar flores y rezar ante la tumba de sus familiares difuntos. Cosas de la política y de la historia, la familia europea tuvo que recoger sus bártulos y volver a su país, tras haber visto nacer y crecer a sus hijos en su país de adopción, Marruecos.

Y aquí viene lo interesante: la “matriarca” de la familia musulmana asumió, sin que nadie se lo pidiera, esa obligación-tradición cristiana de honrar a los difuntos de su familia hermana europea cada mes de noviembre. Desde que ellos se ausentaron, cada año, sin falta y hasta su muerte, esta mujer musulmana fue al cementerio cristiano a primeros de noviembre para llevar flores y rezar ante las tumbas de los difuntos de sus amigos-hermanos.

El “diálogo interreligioso”, islamo-cristiano en este caso, está hecho de este tipo de gestos y actos. No se trata solo ni principalmente de celebrar congresos o coloquios a nivel teológico, sino de calzarse los zapatos del otro para comprenderle desde dentro, para escucharle y conocerle mejor… y dejar que los corazones recorran el espacio que nos separa para podernos relacionar a ese nivel: de corazón a corazón.

Comer juntos, compartir las fiestas familiares y religiosas, trabajar al alimón en la mejora del barrio o de la ciudad, sufrir con las enfermedades del otro… todo eso son experiencias profundamente humanas y profundamente religiosas que nos hermanan.

Gestos de amor

Y acompañarnos mutuamente en los momentos en que la muerte se hace presente en nuestras vidas, es uno de los más sublimes gestos de solidaridad, de amor, que va más allá de la pertenencia o fe religiosa de cada uno.

Por eso nuestros muertos nos brindan la ocasión de vivir experiencias inéditas, experiencias que van mucho más allá de los ritos religiosos a los que unos y otros estamos acostumbrados.

Mira por dónde, nuestros difuntos nos ofrecen la oportunidad de repensar y practicar el diálogo interreligioso.

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