Se empezó hace varios años con la navaja multiusos, tras ello el campo educativo e intelectual no podía quedar atrás del de la praxis y puso en boca de todos las ya canónicas “inteligencias múltiples”, en breve seguro que se matricula alguna más. Y como no podemos quedar atrás en esta rapidez de los tiempos, llegamos al multitasking y realizar dos o más tareas a la vez se ha hecho viral y continuado, más aún en este momento postpandemia que, como anillo al dedo permitió, como mínimo, hacer ese “multialgo” con varias cosas a la vez.
Y la esencia de lo principal, la substancia de lo que hacemos queda diluida en lo “multi”. Se pierde la verdadera naturaleza de la unicidad de la cosa cuando albergamos dos en uno más allá del ideario dualista platónico. Es imposible que la naturaleza de lo individual pueda permanecer intacta mientras dos cosas a la vez suceden. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con que la salarán? (Mt 5, 13)
Hay distintos tipos de sal: sal de mesa, sal marina, sal yodada, sal Maldon, sal céltica, sal negra, sal gruesa, sal sin sodio, sal rosa del Himalaya… por pedir, seguro que hasta la ficción superaría a la realidad. Pero el evangelista Mateo continúa “… No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente” (5, 13)
Hace pocos días llegó un chico de 15 años al despacho durante el horario lectivo. Entró al grito de “seis, te lo puedes creer: ¡con seis!” como si de una victoria de fútbol se tratase. Iluso de mí. Si no es un balón (y ya cada vez menos) las victorias de este chico se regían por el número de chicas con las que hablaba a la vez con vistas a algún intento. Continuaba: “me tendrías que haber conocido antes, ahora me has centrado”. Este chico, de cartesiano poco, más bien predicaría: sum, ergo cogito.
La fugacidad de lo “multi” está en todo: cuantas más relaciones tenga, mejor. Cuantos más likes consiga, mejor. Cuantas más peticiones en redes sociales tenga, mejor. Cuantas más visualizaciones, mejor. Cuanto más tiempo (libre) tenga, mejor. Cuanta más pena dé al profesor, mejor. Cuantas mas extraescolares realice, mejor. Cuantos más idiomas sepa, mejor. Invertimos o perdemos el tiempo en lo “multi” para generar cuantas más cosas, mejor en un espacio de tiempo corto, limitado y reducido. Queremos variedad y diversidad de todo en un tiempo “ya”. ¿Ser uno en mucho o ser mucho en uno? Vivimos en un estado de precocinado. ¿Dónde queda esa figura de antaño de nuestra abuela cocinando el día de antes para la comida familiar? Sabores confeccionados a fuego lento con sales que ya no se sacan a la mesa, pues habiendo “multisales”, mejor no coger ninguna. Total, cuanto antes coma, mejor y así poder hacer otra cosa o nada. Cierro compartimento estanco y comienzo otro al golpe de segundo. Ya.
¿Nos damos cuenta de que, dividiendo nuestra esencia natural, nuestra substancia propia en muchas personas con un fin común dador de disfrute efímero y gozo a corto plazo nuestra sal pierde su genuino sabor, “no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres?”
La conversación continuaba: muchacho, ¿no te das cuenta de que sirves para mucho más que para sentirte feliz y realizado por hablar con más de una chica al mismo tiempo y a través de un clic? Cruce de miradas entendedoras y sonrisas genuinas que esconden un prisionero de lo “multi” en uno mismo y, así, desembocar en un “multininguno”. Perder nuestro propio sabor en uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis (y paro de contar no vaya a exagerar o quedarme corto) personas, acciones, proyectos, tareas… nos ciega en el accionismo del verdaderamente ser un “multiuno” para llegar a un “multininguno”.
En nuestra libertad cabe la posibilidad de quedar adulterados, falsados y alterados. Pero no olvidemos que, si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve. O sí. Depende de nosotros mismos, de nuestra calidad pura y verdadera en el donarnos por entero. Sí, he dicho “pura y verdadera en el donarnos por entero” siguiendo, eso sí, a ese Uno. Aquí sí que somos muchos, pero el orden es el que cambia.
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