Hace unos días, Rafael Santandreu, psicólogo y escritor, presentaba en Zamora su último libro “Nada es tan terrible” y daba una conferencia sobre la felicidad o el saber vivir la vida felizmente. Basó su charla, muy amena por cierto, sobre dos verbos: renunciar y ser creativos.
Renunciar a pensamientos, creencias, a hiperexigencias que nos amargan la vida, nos llenan de tensión, nos bloquean y, en muchos casos nos llevan a la depresión. “Necesito hacer esto, lo otro y lo de más allá, debo de…” y si no consigo hacerlo, “no valgo, no soy nadie, soy un fracaso”. En los diálogos internos que nos montamos en nuestra mente y no en las adversidades está la clave de nuestro vivir felices. Ser creativos, es decir, después de un fracaso, un fallo, una puerta que se cierra, no quedarnos ahí llorando nuestra desgracia, lo desgraciaditos que somos. darnos cuenta, y explorar otras puertas que siempre se abren, en posibilidades de la vida, en saber disfrutar de las cosas que tenemos y que somos, de cosas tan sencillas y pequeñas como disfrutar de la naturaleza, de la primavera, el hecho de estar vivo, de respirar, de tener amigos, una familia, un trabajo…
Es cierto que a veces la vida nos da unos revolcones tremendos, nos machaca, nos atosiga, y, sentirlo, que nos duela, es lo normal como seres humanos que somos, es sentirnos vivos, pero, a partir de ahí nuestra forma de pensar marca la diferencia. Que nos duela es inevitable, que nos amargue la vida, que no nos deje vivir, el sufrimiento, es opcional. Depende de nuestros pensamientos, de nuestras creencias, de nuestros diálogos internos, “¿no es terrible?”.
Por eso es tan importante cuidar y vigilar nuestros diálogos internos, nuestras rumias internas: “no valgo, no sirvo, todo me sale mal, siempre me equivoco…”, son como termitas mentales que van royendo nuestra autoestima y sumiéndonos en la tristeza y la depresión. Cambiarlos por pensamientos positivos como: “valgo, sirvo, soy capaz, hago lo que puedo, me acepto como soy y acepto a la personas cómo son…”
Los creyentes, los cristianos tenemos un fuerte apoyo de la Religión Cristiana en esta tarea. Pensamientos como: “soy hijo de Dios, Él me quiere feliz, Jesús resucitado me acompaña siempre, aún en los peores momentos, Dios me ama”. Todas esas creencias profundas son muy benéficas en esos momentos de duda, de ver todo negro y pueden dar un sentido de optimismo auténtico.
Él nos lo dijo claramente:” Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo… y encontraréis vuestro descanso.”. A ver si nos lo creemos y lo practicamos. Es garantía de felicidad.
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