
Covadonga Cid
Estamos en Navidad, un tiempo de esperanza, de paz y de amor que compartimos habitualmente con la familia.
Cada año, revivimos el nacimiento de Jesús, en un pesebre, sintiendo que Dios está con nosotros, especialmente en la sencillez y en las dificultades de la vida. Esto nos recuerda que la verdadera riqueza no se encuentra en lo material. Estos días nos dan la oportunidad de reflexionar sobre cómo vivimos y amamos en nuestras propias familias. En un mundo en el que a menudo vemos marcado por el individualismo y el estrés, la Navidad nos recuerda la importancia de dar y recibir amor, de ser generosos y de ofrecer lo mejor de nosotros mismos a los demás.
Estas fechas son especiales para fortalecer los lazos familiares. La mesa de Navidad se convierte en un espacio donde la familia se reúne, no solo para compartir alimentos, sino también para compartir vida. Son muchas las personas que, como yo, tenemos lejos a nuestra familia y que, lo principal de estas vacaciones es disfrutar el tiempo con nuestros seres queridos y amigos.
Para mí, la Navidad es familia, es volver a casa después de tantos meses viviendo a cientos de kilómetros. Es compartir la alegría por el niño que va a nacer, en el que creemos y que siempre está con nosotros. La Navidad para mí, es siempre compartida.
Sin embargo, sabemos que muchas personas no la viven en familia, porque no la tienen o porque por diversas circunstancias no se pueden reunir con ellos. Y por supuesto, recordamos a todas esas personas que ya se han ido y echamos tanto de menos.
En la Navidad celebramos la vida y el amor en familia. Es un momento para agradecer, para vivir con más empatía y para renovarnos espiritualmente.
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