
Marian Serrano
Vivimos en una sociedad marcada por el éxito y la inmediatez. Y ese éxito se mide por hazañas conseguidas, resultados académicos, triunfos deportivos, sonrisas en redes, copas y medallas antes que después, entre otros…
En mi día a día con jóvenes deportistas y estudiantes encuentro, más veces de las que me gustaría, a chicos y chicas obsesionadas con el resultado: con los puntos conseguidos en una prueba, con la posición destacada con respecto a otros. Obsesionados con la media que necesitan conseguir para acceder a unos estudios u otros. Esa obsesión, en muchas ocasiones, les priva de disfrutar del proceso y de saber ver todo lo que avanzan y aprenden en cada paso.
Me preocupa mucho que sus referentes adultos, sus padres, madres, familiares… también incidan en esta obsesión y no les acompañen en el camino. Si no llega el resultado esperado o necesario según las expectativas puestas en el joven se produce una frustración que puede hacer que el proceso se frene e, incluso, finalice.
A quienes nos dedicamos a trabajar con jóvenes deportistas en edad escolar nos gusta creer que los valores que descubren en el deporte les va a ayudar para el resto de sus facetas de la vida. Así lo creo e intento hacérselo saber (aunque en estos tiempos me resulta más difícil por la influencia de las obsesiones de las que he hablado).
Hay una máxima en la que creo: “Disfruta de lo que haces, avanza paso a paso, busca hacerlo lo mejor posible, cada paso, cada movimiento, cada mejora técnica y olvídate del resultado. Éste será una consecuencia del proceso”.
Claro… ese resultado no llega mañana, ni en el primer examen de una materia totalmente nueva. Necesita tiempo, necesita disfrutar de cada paso, de cada momento, del presente. Necesita “estar en lo que está” de forma muy consciente y dejar que la vida fluya poniendo esa expectativa en ese peldaño pequeñito de todo el camino. ¡Difícil! ¿cierto?
El resultado inmediato no es la meta, la meta no tiene que ser el objetivo, el objetivo debería ser el propio camino, el proceso. Lo mejor de la vida es vivir en cada momento.














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