Pensando en ti, como quien mira a sus flores en primavera

El Rincón de Mamá Margarita

10 junio 2020

Hace tiempo que el Rincón de Mamá Margarita está algo parado, quizá porque quienes nos comprometimos a “seguir este hilo” estamos a otros quehaceres, como decía mi madre. No es cierto, no lo creáis, que las mujeres podamos hacer muchas cosas al mismo tiempo y enfocarnos bien en todas. Eso es un mito, una forma de despistar al personal. Y en este tiempo extraño nos ha tocado conciliar: trabajar y estar en casa, todo al mismo tiempo, y compartir muchas horas con nuestros pequeños y no tan pequeños…, responder profesionalmente y…no a todo se llega.

Tengo la suerte de contar, en la casa del pueblo, con un pequeño patio en el que todos los veranos coloco algunas plantas. Este año, al poder venir a trabajar desde aquí, las he colocado un poco antes. Y desde donde me siento a trabajar las veo todos los días, las sigo, contemplo su crecimiento, su necesidad de agua y de sol, su forma de compartir espacio con todas las demás.

Esta mañana, antes de comenzar mi tiempo laboral, estaba sentada mirándolas y pensando: “esta tarde tengo que cambiar a alguna a tiestos más grandes y dar vuelta por algunas flores que están ya pochas para retirarlas y dejar que las que vienen detrás salgan con fuerza, animar a la enredadera a subirse por la madera, y regarlas con la manguera efecto ducha que preparo Txemari.

En ese pensamiento estaba cuando me he acordado de ti, de mi niña no tan niña: de las veces que me has pedido que te ayudara a cambiar el paso porque en ese lugar yo no te sentías tú; de cuando muestras tu mejor versión, tus mejores flores, pero no para mi sino para el mundo porque tú ya eres del mundo. De cuando, a tu manera, nos pides ayuda para trepar, para subir y avanzar. Y en mi corazón se ha hecho un nudo, el sentimiento de que quizá mis respuestas debiesen ser como cuanto con toda delicadeza retiro una flor, o cambio una planta a una maceta más grande sin perder la firmeza, pero sin dañar aquella parte más delicada.

Y he pensado en todas aquellas educadoras que hacen lo mismo con sus chicos y chicas, como lo hizo Mamá Margarita con los chicos del oratorio, y como se han apoyado en este tiempo en sus familias. Se ha creado, en la mayoría de las ocasiones, un macetero conjunto donde cada uno, cada una ha aportado su mejor versión. Es la naturaleza la que nos da lecciones de vida cada día, una pincelada de frescura es su voz, su luz. En mi caso, solo debo tener la suficiente serenidad para escuchar, para mirar como cuando miro este pequeño jardín.

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

También te puede interesar…

Me llamaban «la nones»

Me llamaban «la nones»

De pequeña me llamaban así en casa: “la nones”. Siempre que me pedían algo, la primera palabra que salía de mi boca...

One, two, three

One, two, three

Ayer leí un artículo de Robert Waldinger, director de "La buena vida", el mayor estudio sobre felicidad humana...