Tymofij tiene un bonito gorro azul, tiene un abrigo y está envuelto en una manta. Tiene a su madre Dascia a su lado. Cuando leas esta historia, habrá cumplido varias semanas de vida y ya habrá recorrido un largo camino. Tymofij se escapó de Lysycansk en la región de Lugansk, donde están teniendo lugar duros enfrentamientos entre las tropas del ejército ruso y las ucranianas.
Quien se lo llevó es Oleh Ladnyuk, salesiano ucraniano, capellán militar: «Ahora lo primero que hay que hacer es comer, luego dormir. Mañana nos encargaremos del resto». El Padre Oleh, después de más de 12 horas de viaje, todavía quiere hablar de ello, aunque sienta que no puede más; acaba de volver al volante de un pequeño convoy de dos furgonetas y un coche llenos de compatriotas. Esta es la historia de su primer viaje emprendido sin vacilaciones en busca de personas a las que era necesario sacar de esta guerra. El viaje comenzó por la mañana desde la casa salesiana de Dnipro, a 200 kilómetros de Donbás. Don Oleh condujo más de 200 kilómetros, llegó a la cita, paró el tiempo estrictamente necesario para cargar a las personas y sus pocos equipajes, y luego partió.
En las horas inmediatamente después de la invasión, el padre Oleh ha visto a gente atónita en la calle, en los cajeros automáticos para sacar la mayor cantidad de dinero posible, filas de coches buscando combustible, ya ha oído hablar de los primeros bombardeos y de las primeras muertes. Después se fue a Lysycansk, le acompañaba el padre Igor Opafsky. «Ya está todo organizado –lo cuenta por teléfono–. Estamos yendo a buscar al padre Sergio Palamarchuk. Está reuniendo a los civiles que quieren irse y nosotros los llevamos. Esperemos llegar allí, tenemos un largo camino que recorrer y no sabemos si los militares nos dejarán pasar. Vamos con lo que tenemos puesto».
La carretera de Dnipro pasa por Kostjantynivka y va hacia el Este. Y no es un camino fácil en tiempos de guerra. «Al viajar en sentido contrario –dice el padre Oleh–, nos encontramos con filas de caravanas de vehículos que huyen cargados de gente y enseres personales”. Y cuanto más nos acercamos al frente de batalla, más se hace sentir la presencia de los militares. Entiendes que no pueda decir mucho más –precisa–, pero hay muchas tropas. Cuando pasamos cerca, el peligro se sintió en el aire, por lo que aceleramos la marcha».
Lysycansk aparece como una ciudad vacía: no hay nadie a lo largo de los grandes bulevares, las casas parecen haber sido ya abandonadas. Pero no es así. Y se puede entender por la «carga» humana que monta en la furgoneta del padre Oleh: 12 personas (dos niñas, cuatro niños, varios adultos, una señora mayor, además del bebé de poco más de dos semanas). No se trata de familias enteras, sino de pedazos de familias que se dividen: padres y madres salvan a sus hijos y deciden quedarse allí, en su casa bajo las bombas.
Y el viaje se reanuda, pero en dirección contraria. Ya es noche cuando el padre Oleh llega de nuevo a Dnipro junto con dos salesianos, entre ellos el padre Sergio, que retoma el camino hacia Lysycansk. «Porque –explica el padre Oleh–, todavía hay mucha gente necesitada. Sin duda organizaremos otros viajes”. Mientras tanto, los salesianos en Ucrania piensan en los próximos días. «Los jóvenes –explican– irán a nuestra casa salesiana en Lviv».
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