Hace unos meses fue presentado el último estudio sobre jóvenes de la Fundación SM, Jóvenes españoles “entre dos siglos” (1984-2017). Ahí leemos que “La religión ocupa uno de los últimos lugares en la escala de las cosas importantes para los jóvenes (16%). No obstante, un 40% se define como católico”.
Hay una gran dificultad en la transmisión de la fe, relacionada con una situación más amplia de transmitir cualquier tradición. El sociólogo Anthony Giddens la describe como auténtica alergia a lo que suene a tradicional, que denomina destradicionalización. Provoca una especie de desconexión de las propias tradiciones sociales y culturales, especialmente en las generaciones juveniles. Puede verse un análisis detallado y lúcido de las consecuencias que esa ruptura general en la transmisión de la tradición cultural tiene en la crisis del cristianismo occidental en varias obras recientes de la socióloga francesa Danièle Hervieu-Léger. Esta autora describe lo religioso como un hilo de memoria que une a cada creyente con sus predecesores, sus coetáneos y sus sucesores, creando así una memoria colectiva, de cuyo pasado se nutre dicha comunidad para afrontar el presente y el futuro. Pues bien, según ella las sociedades europeas occidentales apenas son capaces de conservar el hilo de memoria que las une con su pasado religioso.
Esto recuerda a una anécdota narrada hace años en un diario madrileño. Una profesora de historia del arte visitaba con alumnos de unos 15-16 años de una población del sur de Madrid el Museo del Prado, y delante de un conocido cuadro –conocido para la profesora y para cualquier persona de cultura media- oyó la exclamación de uno de sus chicos: “¿Y quién es ese pibe con alas y qué está diciendo a esa piba?”. El pibe con alas era el Arcángel San Gabriel, la piba, la Virgen María y el cuadro era La Anunciación de Fra Angélico. Esta anécdota revela el grado de ruptura con la tradición cultural cristiana de una gran parte de adolescentes y jóvenes. Una ruptura que se produce más bien en la generación de sus padres, los que ahora tienen entre 35 y 50 años.
Un documento de los Obispos del Quebec (Canadá), Proponer la fe a los jóvenes hoy, describía acertadamente esta ruptura en el río de socialización cristiana así: la religiosidad cristiana era antes un río que se nutría de varios afluentes (la familia, la escuela, la parroquia) con cuidada gradualidad. Pero hoy esos afluentes bajan con poca o ninguna agua.
Así pues, respondemos a la pregunta del comienzo del artículo. Como dice la socióloga inglesa Grace Davies, hay bastantes que afirman creer sin pertenecer. Muchos admiran a Jesús o creen en Dios de manera vaga (algo tiene que haber, una especie de energía o fuerza…). Incluso bastantes dicen que rezan a diario a pesar de no creer en un Dios personal. ¿Coinciden con Wittgenstein, que escribió que “orar es pensar en el sentido de la vida”? En un sentido amplio (buscar sentido a la vida, ansiar experiencias de trascendencia, hacerse preguntas últimas) tienen cierto sentido religioso. Se trata de saber captar dichas preguntas y acompañar esas experiencias, para dar cauce a nuevas formas de expresar la religiosidad y evangelizarla.
Para más información, consulta el Boletín Salesiano en: http://www.boletin-salesiano.com
En la antesala del «Sínodo de los jóvenes», (Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional), Jesús Rojano nos presenta esta reflexión sobre la transmisión de la fe en nuestros días. Reflexión que nos plantea una serie de retos de cara a nuestra acción pastoral, nuestras clases de religión, nuestras catequesis, Buenos Días, fiestas y celebraciones…, nuestros esfuerzos, en fin, en la Nueva Evangelización.