Por la noche Don Alberto Ruiz Gallardón había tenido una pesadilla. Otra. Resulta que estaba en Telemadrid, en el programa ese “de libros” de Sánchez Dragó y además amordazado, mientras los invitados debatían sobre el entrañable parecido entre ella y la reina de Inglaterra en la película de Stephen Frears.
Amigo Javier, Al Gore luchó contra el calentamiento global. Aznar practicó el calentamiento nacional y Aguirre promocionó el calentamiento regional. La biografía de Esperanza Aguirre se titula La presidenta, pero en el programa de la pesadilla se empeñaban en hablar de The Queen. Es más, The Queen of Madrid. A Gallardón le hubiera gustado intervenir en ese momento: “¡Sólo, sólo, se parecen cuando están ofuscadas” –se decía. Pero quien tenía la palabra en ese momento estaba desarrollando la teoría de los bolsos. “Ella no tiene cetro –razonaba un filósofo invitado, que había pasado del nihilismo decadente al esperanzismo de derechas–, pero lleva el bolso exactamente igual que la reina”.
-¿Y cómo lo lleva la Queen? –pregunta Dragó.
-Con un empaque dieciochesco. Es el bolso que marca la diferencia.
En eso estaba de acuerdo Gallardón. El bolso de la Aguirre era en realidad al menos por entonces, un arma. Sí, un arma y de lo más letal. Sólo contenía un móvil –¡ay, amigo!–, a la manera en que algunos personajes del Oeste o algunos “capomafias” de Chicago o de Palermo guardaban un revolver en una Biblia ahuecada. Así, mientras en el escaparate o escenario sonreía y sonreía, su mano sutil en el interior del bolso lanzaba SMS con la destreza de una adolescente más en una guerra virtual. Y sin duda lo más temible es que ella, la Queen, lo había elegido a él, el alcalde, como objetivo.
Y ¡hala!, para empezar se permitía el humor: “Cuando soy buena –le escribía– soy muy muy buena, pero cuando soy mala soy mejor”. Vaya, mire usted por dónde. Y él respondía: “Lo que quita el frío quita el calor”. Los velocísimos dedos de la Aguirre eran bastante más ingeniosos que los labios. En segundos le llegó la respuesta: “Te veo entrando en esa categoría en que las cosas están libres de la molesta colección de ser útiles”.
Bien, vale. Firmaron las paces. “La clave está en la conjetura de Poincaré” –escribió ella. Gallardón, zarandeado por la curiosidad, busca, rebusca, clica aquí, allí, Google, Youtube, rápido: ¿qué significa la conjetura de Poincaré”. Aquí “todo lo que parece una esfera es una esfera”. Y el alcalde de Madrid entendió a la perfección el mensaje final de la presidenta: “Todo lo que parece una guerra es una guerra”.
Lo leyó. Lo releyó. Lo borró. Lo volvió a escribir. Lo mandó.
Cuando todo parecía despeñarse por el azar y la incertidumbre, el tránsito a lo estable y seguro sigue estando en el entendimiento.
El entendimiento, Señora. Eso es lo que había estallado entre ustedes dos. Ese fue el anzuelo que les dejó enganchados.
Sin embargo, Excma. Sra. Dña. Esperanza Aguirre Gil de Viedma, tiene usted una deuda con los salesianos, con Salesianos Madrid, desde hace varios años, como presidenta de la Comunidad y de su partido en Madrid. Hay gente que piensa que la recuperación de la memoria es un acto de revancha. Se olvidan de que la memoria, como bien explican los neurólogos, añora siempre la luz. Como los libros en un calabozo.
Señora, presidió usted con total acierto el acto conmemorativo de los 150 años de la fundación de los Salesianos en Turín por San Juan Bosco, en el salón de actos de Salesianos Atocha, acompañada por el provincial de Madrid, don Luis Onrubia, el presidente de Confer, don Alejo Fernández Barrajón, y el Secretario General de Fere-Ceca, don Manuel de Castro. O sea.
No somos lo que somos y, eso lo sabe Vd. muy bien, sino lo que la gente piensa que somos a través de la imagen. El poder está más basado que nunca en metáforas retocadas, manipuladas y enviadas con agudeza por consultores incisivos. En su caso sus fontaneros aquella tarde del 29 de enero de 2009 trataron de construirle una humanidad de cercanía de gafas y bolso -¡ay, con su arma oculta: el móvil–, y una épica provocadora como sus viajes solidarios por Timor Oriental, donde siempre encontró magníficos salesianos, asentados, curtidos y trabajados, aún antes de la independencia del país, en el cauce del premio Nobel de la Paz, Ximenez Belo, también salesiano. Pero los asesores saben que, aunque la política sigue siendo una rama de la industria del espectáculo, aún necesita ideología y una palabrita por aquí y otra por allá cotizó aún más sus presencia.
Llegó mi turno, amparado por la media hora que me concedió don Javier Valiente, coordinador del evento y subrayé los inicios de Salesianos Madrid allá por 1901, en Atocha. Advertí cierto desasosiego en Vd. pues mientras parecía escuchar con ferviente atención, su mano oculta en el interior del bolso lanzaba sin interrupción ininterrumpidos SMS, que sus acompañantes en la mesa advertíamos sorprendidos. Fue el momento. Avanzo, dirigiéndome a los más de 500 asistentes y apuntando mi dedo índice hacia el auditorio proclamo con empaque: – Porque no es lo mismo ser, que ser de, que estar en.
Así, por ejemplo, Aragón es Ramiro el Monje, los amantes de Teruel, Agustina y el tío Jorge y, por todo, El Pilar. La Alcarria es la miel, los bizcochos borrachos, el Palacio del Infantado. El País Vasco es San Ignacio de Loyola, la Universidad de Deusto, la playa de La Concha. Madrid es San Isidro, el Museo del Prado… (hice un silencio teatral de Galería Salesiana) y Doña Esperanza Aguirre Gil de Viedma. Cayó un aplauso atronador, iniciado por el alcarreño Daniel Batanero y toda la “baska” de amigos alcarreños, presentes en la primera fila y dña. Esperanza cerró de golpe el bolso y se incorporó al acto, vampirizada como estaba por los SMS, esos expoliadores furtivos, tan sutiles como impertinentes.
Captada, al fin, su atención y mientras se prolonga el aplauso, le susurro a don Alejandro Fernández Barrajón: “¿Qué te parece si interpelo a la Queen de forma solidaria? – “Pues claro –dice– ¿para que están las autoridades? Y prosigo: “Estos y otros tantos hechos y dichos recojo en mis tres libros sobre los “Salesianos Madrid (1875-1912). La España de la rabia y de la duda, con ecos de Antonio Machado.
-Excma. Señora –prosigo– paseaba yo el otro día por la Feria del Libro, en el Retiro, y hojeé las colecciones de libros sobre Madrid, publicados, por su Ilustre Consejería. Reparé en un volumen titulado: Situación de la escuela primaria en Madrid durante la Segunda República: La acción socialista en el Ayuntamiento (1931-1933), de Alfredo Pastor Ugena, y me dije: Qué bien estarían aquí publicados mis libros sobre los salesianos. Son un canto al Madrid Sur donde abrieron sus colegios (Atocha, Estrecho, Carabanchel, Vallecas, Vicálvaro, Alcalá de Henares, Aranjuez, Parla, Fuenlabrada). “¡Cuente con ello, padre!” –me cortó, Vd, rauda, veloz, impositiva. Testigos implacables los más de 500 presentes en la sala. Aplausos, vivas, silbidos, plácemes, jolgorios… pero lo cierto es que mis libros están arrumbados en mi cuarto. Diríase que están en stand by.
Esta noche, 8 de marzo –Día Internacional de la Mujer–, tuve una pesadilla donde todo se mezcla. Sus incondicionales le prodigan besos, aplausos, achuchones. En un acto popular Vd. va pidiendo que le dejen en paz. Lo pide como un Júpiter medio tonante y enfadado y obtiene una larga oración. Como uno quiere por encima de todo estar a bien con sus amigos, se acerca para recordarme: “Yo ya no mando, señor, soy expresidenta, soy una ciudadana más, así es que ahueque el ala, caballero, que corra el aire, agüita camarón”. Su posición podría ser impecable. Y un servidor, en la libertad, de ser anónimo, recurro a la lírica de su “poder presencial” (Jünger, dixit). Es decir, desde que abandonó finalmente el poder, ha ido ejerciendo por todo el orbe, y a la menor oportunidad, un cargo otorgado por la providencia: el de The Queen of Madrid. Y cuando algún náufrago como yo pide explicaciones, la Queen me corta: “¡Cuente con ello, padre!”. Hay formas y formas de ser sin ex ser. ¡Puaf! Me despierto, amigo Javier. “La clave está en la conjetura de Poincaré” que yo entendí a la perfección: “Todo lo que parece una trola, es una trola”, aunque sea la Queen. O sea.
PD: Amigo Javier, en espera de las nuevas elecciones y los nuevos administradores de la política, apuesto ya por un cambio en el que la memoria de los hijos de los obreros de finales del siglo XIX y principios del XX salga a la luz en el cauce de ese Madrid Sur tan querido como usado. Veremos, porque no hace mucho nuestra Fundación NIPACE le envió la biografía del primer obispo de Madrid a la Excma. Sra. D.ª Manuela Carmena, alcaldesa-lideresa, "la de todos los madrileños" y todavía estamos esperando respuesta. Claro que, según Poincaré, "todo lo que parece una trola es una trola", sea una trola popular o populista. O sea.
Paco, aunque ha pasado ya una década, recuerdo perfectamente aquél jueves 29 de enero de 2009, en el teatro del Colegio de Salesianos de Atocha. Efectivamente, vi el evento en primera fila, y en mi condición de concejal de Guadalajara (el alcalde, Antonio Román, no pudo asistir y yo representé al Ayuntamiento), fui yo el que inició un fuerte y entusiasta aplauso cuando incluiste en tu enumeración, entre las señas de identidad de Madrid, a su presidenta, allí presente. Quiero que sepas que el fervor de mi aplauso estuvo más originado por tu brillante ocurrencia que por la pertenencia de Esperanza Aguirre a mi partido. Comparar a Espe con San Isidro y el museo del Prado, vale; pero compararla con la Virgen de la Paloma, fue una genialidad que rozó lo sublime. Te lo recuerdo por si la omisión de la madrileña y castiza advocación de la madre de Dios en los puntos suspensivos de tu artículo en el blog no se debe a un pequeño lapsus de memoria y es deliberada, para que este matiz de la historia no quede intencionadamente en el olvido (ya sabes lo inoportunamente sincero y minucioso que puedo llegar a ser)…Porque lo cierto es que mi aplauso inicial no sólo fue secundado con una intensa ovación por la inmensa mayoría de los allí presentes, sino que algunos hasta nos pusimos en pie enfervorizados.
Paco, tú intervención estuvo genial, como de costumbre. Agotaste minuciosamente el tiempo asignado y desgranaste datos y detalles que todo el mundo escuchaba atentamente con un respetuoso y sepulcral silencio.
Recuerdo que, tras el acto, huimos del bullicio para celebrarlo y acabamos cenando en un típico mesón de la zona de Atocha; jamón ibérico, queso y lacón a la gallega; y que para acompañar las viandas dimos cuenta de una botella enterita de vino tinto de calidad. ¡A tu salud, Paco! Por muchos años.
PD: una foto de evidencia digital de aquel día en https://dmbatanero.wordpress.com