Comienza el último tramo del curso antes del verano, que viene tras unos bonitos e intensos días de Semana Santa. Un tiempo que se ha vivido, como cada año, en nuestras casas salesianas, en distintas Pascuas, algunas urbanas, otras peregrinando en el Camino de Santiago, en familias o por niveles varios lugares de nuestra geografía.
En mi caso, tocaba tiempo de familia, así que la viví con mis padres, compartiendo celebraciones en una de las casas salesianas de nuestra inspectoría. Después de estos días, sigo madurando y pensando en qué es lo que cambia en mi vida y sobre todo en mi fe para que tenga sentido. Si de verdad acogemos esta revelación, escuchamos la palabra y sentimos ese ardor en nuestro corazón, ¿qué cambia en nuestra vida? Como dice José María R. Olaizola, uno ya no deja de vivir con esperanza, y eso es lo que cambia todo.
Quiero compartir con vosotros una canción que para mí tiene mucho sentido en este tiempo y que he escuchado estos días, especialmente el Jueves Santo. Es una canción que conocí en la Pascua en Mohernando hace ya unos cuantos años, pero que se quedó muy grabada en mi corazón y que en muchas ocasiones se canta en las celebraciones del domingo en mi casa salesiana. Espero que escuchéis cada palabra y provoque ese ardor en vuestro corazón.
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