Titán Modesto Bellido

De andar y pensar   |   Paco de Coro

11 octubre 2019

Un conseguidor salesiano en la Real Academia de la Historia

Bellido Íñigo, Modesto. San Pedro de Rozados (Salamanca), 31.XII.1902 – Madrid, 26.XI.1993. Salesiano (SDB), consejero general de Misiones Salesianas y coordinador general de Salesianos-España.

Los salesianos llegaron a España de la mano del cardenal arzobispo de Sevilla Lluch y Garriga, para afincarse, como punto de partida, en Utrera. Fue durante los primeros años del reinado de Alfonso XII, dominados por la figura de Cánovas. Fueron los años de la institucionalización del régimen (Constitución de 1876) y de la gran pacificación que puso fin a la Guerra Carlista y a la primera insurrección cubana. Pero tan sólo llegaron a fundar en Madrid el 17 de septiembre de 1899, años de derrota y hasta de avilantez internacional.
            Fueron los años del despegue de Bellido.
            Modesto Bellido Íñigo nació el 31 de diciembre de 1902 en San Pedro DE Rozados (Salamanca), esquinado pueblo de la esquinada provincia de Salamanca.
            Trasladado a la capital, frecuentó el colegio Salesianos-San Benito, para chicos de clases populares, en la calle de la Compañía, donde nació su vocación para salesiano. Concluidos sus estudios de filosofía y teología, estos últimos en Turín, fue ordenado sacerdote el 6 de julio de 1930, junto a otros sesenta y cinco salesianos, pertenecientes a otras treinta naciones.
            Todo el programa de Bellido, de vida tan larga y agitada, fue un gigantesco brindis a la congregación que fundó san Juan Bosco, un rosario de hechos por las cuatro esquinas del mundo, formulados ya en el lema de su primera misa: “Yo de buena gana me gastaré y me desgastaré por vuestras almas” (Cor, 12.15).
            Convertido enseguida en vanguardia intelectual y espiritual de los salesianos de España, fue profesor de Historia de la Iglesia en El Campello, Salesianos-Carabanchel Alto y Salesianos-Mataró antes de la Guerra Civil, pasando de embajador de cultura a protagonista de historias.
            Durante la contienda, el superior general Ricaldone lo eligió como eficaz enlace, desde Marsella, entre los salesianos de las dos zonas; encomienda que supo ampliar para otros religiosos y católicos en general, hasta el final de la misma, que le pilló ya en Salesianos-Pamplona, como director del centro, muy unido al arzobispo de aquella diócesis, Marcelino Olaechea Loizaga, que se prestaba ya a dar todos sus consentimientos y plácemes a la Universidad de Navarra, que iba a fundar su amigo José María Escrivá de Balaguer, toda una máquina tan difícil de poner en marcha como imposible de parar ni a gusto del maquinista ni a gusto de nadie.
            En 1945 fue elegido provincial de Salesianos-Madrid, sendero cuyo inicio era bien sabido, pero cuyo final nadie conocía. Pues bien, el mapa estirado de su provincia religiosa: Castilla, León, Galicia, País Vasco, era casi un desierto lunar y fue su oportunidad y la oportunidad de tantos muchachos a quienes sacar adelante. Transformó Salesianos-Atocha de Madrid, vitalizó Salesianos-Astudillo (Palencia), fundó Salesianos-Arévalo (Ávila) y Salesianos-Cambados, además de firmar la colaboración con la Institución Sindical Virgen de la Paloma, con más de dos mil alumnos, el Instituto de Formación Profesional del Ejército, en Carabanchel Alto, con más de mil internos, y dejar avanzados los trámites de aceptación del colegio de San Fernando de la Diputación Provincial de Madrid, así como el de la Caja de Ahorros de Vigo.
            Finalizada la Guerra Mundial los salesianos se reunían en Capítulo General, en Turín, en 1947, dejando al superior general la elección de dos consejos generales. Pues bien, Bellido fue designado como consejero general para todas las misiones de los salesianos en el mundo, permaneciendo en este trabajo diecisiete años. Creó las casas de misiones Salesianas en Estados Unidos, en Alemania, Bélgica y España, esta última en Madrid; realizó veinticuatro visitas extraordinarias, pasando largas estancias en Argentina, Chile o Brasil, donde los salesianos crecían espectacularmente, como en China, Tailandia, Japón y, sobre todo, India, en una línea de diálogo y bondad muy característica suya.
            Vuelto a España en 1973, trabajó desde la Casa de Misiones Salesianas de Madrid para socorrer todos los proyectos sociales que los salesianos llevan adelante en el mundo, a través de organizaciones no gubernamentales, como Madreselva o Jóvenes del Tercer Mundo.
            Falleció en Madrid el 26 de noviembre de 1993, a los noventa años de edad.
            Bibli.: A. Laguna, Sacerdote Don Modesto Bellido Íñigo, carta edificante, Madrid, Procura de Misiones Salesianas, 31 de enero de 1994.
            Francisco Rodríguez de Coro, sdb

            Hasta aquí, amigo Javier, apunta el Diccionario Biográfico Español de la Real Academia de la Historia de España, firmado por servidor y que me costó mi tiempo rumiar y plasmar los datos sabidos pero de otra manera; que se intenta ser escritor no porque se escribe, sino por cómo se escribe. Al fin y al cabo qué hace un Diccionario sino sellar el pasado, legalizar un informe. Más, legalizar la impunidad de una información casi siempre oficial, mediante una ley no escrita de Punto Final.

            ¿Punto Final?

            No es fácil nunca avanzar en la verdad. Hay más gente dedicada a tapar que a desvelar. Piénsalo, Javier, campeón.

            Una de las personas con las que más he hablado a lo largo de la vida fue Don Aureliano Laguna, en viajes “casuales” de Madrid a Vitoria o a Donostia, o a Bilbao, y viceversa, con paradas en las entradas o salidas de Burgos, Lerma, Tudanca. Yo solía charlar de libros, exposiciones, amigos, Guadalajara… Él se hacia cómplice y me animaba siempre a seguir.

-Te acuerdas de aquello de Don Bosco el mismo día de su muerte: Adelante, siempre adelante. Con la mirada puesta en Dios.

            Fue en uno de esos viajes.

            Barrunto que está hablando y no está hablando de las Misiones Salesianas, de la calle de Ferraz. Escucho su aliento, su resuello de submarinista a demasiada profundidad.

-¡Vivo de permiso, Paco!

-Bah, usted no está estructurado para morir, le digo.

-Sin embargo, ahora mismito nos desviamos en la primera gasolinera y aparco en cualquier rincón y doy una cabezada sobre el volante. No sé, media hora.

-O una hora, o lo que necesite…

            Yo entonces salgo del coche y me pongo a pasear por las cunetas de no sé qué pueblo. Bueno, sí. Hay en Lerma muchos tejados, con las ondas de la teja árabe, donde hierbas y flores proliferan con la lluvia, una siembra del viento y los picos de los pájaros.

            Los azares de la mente empiezan a trabajar.

            Los azares de la mente, que todo lo hacen posible.

            Pienso. Recuerdo. Mis cosas. Las cosas que siempre he hecho. Me sentaba en aquel monasterio junto a una ventana grande, un ventanal, y me dedicaba a mis cosas.

            ¿Qué cosas?

            Las que siempre he hecho, en Azkoitia, Aldatz, Sigüenza, Rentería, Ondarribia, Donostia, Vitoria. Estaba allí sentado, ante el ventanal, dedicado a la escritura. Mis ensayos, mis libros de historia, algunas novelas, algunos poemas. La escritura.

            Me quedo callado, literalmente sin palabras que decir.

            Rumio.

            Suena el claxon. Suena intermitente.

            Vuelo. Corro. Llego.

-Ponte el cinturón. En marcha. Todo directo hasta Madrid. ¿Te va?

            Capto presagios de cierta alarma.

-He terminado de leer tu libro: La fuerza de la verdad.

-¿El de Teresa Rodón Asensio?

-¡Fantástico!

-Un año de recogida de datos y otro recluido en Aravaca para su redacción.

            Me agito un poco por dentro sin demostrarlo. Cualquier escritor por lerdo que sea –si es lerdo más todavía– suele confundir fortaleza con vanidad.

            ¿Por qué no haces algo así, sobre Don Modesto Bellido, ahora que coordino las Misiones Salesianas? Te he hecho fotocopia de una especie de Diario que dejó, como punto de partida.

            Un poco expectante y noqueado le digo:

-Es algo difícil, Don Aureliano. Es un tema muy cercano. Será muy poco objetivo. Mejor a los cien años de su muerte. No antes.

-¿Muy cercano? Pues por eso. Mejor. Antes de que se pierda su memoria.

-Don Aureliano, los libros tienen vida propia.

-¿Qué quieres decir?

-Pues que tales o cuales libros de empezarlos a escribir se debaten consigo mismos, decidiendo (ellos y no nosotros) si quieren ser escritos o no.

-Ponte con él y a ver si decide querer ser escrito.

            Recuerdo y no recuerdo. Fue hace mucho.

-¿Quién es ese hombre? ¿Quién es Modesto Bellido? –interpelo a Don Aureliano.

            Con esta frase comenzó una especie de Miedo Mutuo.

-¿Quién es ese hombre?

            Una piedra de cuatro palabras que mi mano ya encallecida –piensa Javier que mis miles de páginas las he escrito a mano–, además de temerosa, lanzó sin mala voluntad a la superficie del agua. Las ondas pervivieron y perviven todavía hoy de alguna forma, más de treinta años después.

            ¿Quién es Don Modesto Bellido?

            ¿Quién es ese hombre?

            Presidía todos los actos importantes de los salesianos en Atocha, Estrecho, Carabanchel, en Madrid; San Vicente y Ruzafa en Valencia; en Turín, Roma, el mundo… y precipité el proceso de la lectura de ese Diario por tres veces, que todavía conservo en fotocopia. El documento está escrito por él de puño y letra, claro y llegué a la conclusión de que había dado con el arranque de un temazo. Fue la vanidad la que me llevó hasta él, y la vanidad la que me hizo confesarle a Don Aureliano que no me sentía capaz, sin saber que me estaba delatando.

-La historia de Don Modesto –le dije– coincide en gran parte con mi universo, con el universo de muchos salesianos.

-¿Y bien?

-Las historias tan cercanas o son de serie negra o se convierten en una laudatio, murmuré.

-Pero lo importante es el matiz, Paco. Tu forma de verlo, dijo.

-En efecto, eso es lo que hace inclinar la balanza, el matiz. El escrúpulo. Mejor, a los cien años de su muerte, en la mejor y sagaz escuela de los historiadores jesuitas, Kempf, Blet, Villoslada, Batllori… No se olvide, Don Aureliano, el punto flaco del aprendiz de historiador: confundir la fortaleza con la vanidad y la vanidad con la fortaleza.

            Y, por el momento, introduje su pincelada biográfica para la Real Academia de la Historia entre los 22 salesianos que presenté a la Comisión de Historia de la Iglesia, presidida por el jesuita Quintín Aldea que no sólo aprobó inmediatamente, sino que me solicitó más. Desde entonces “ESE HOMBRE” pertenece a la Real Academia, al Diccionario Biográfico Español y lo puedes consultar en el Diccionario Biográfico electrónico. No solo por sus muchos méritos para un gran Diccionario, sino porque, amigo Javier, a mí me dio la gana y en agradecimiento porque. cuando pequeñajo en el patio de Salesianos Atocha, me puso de mote cariñoso, junto a Don Rufino Encinas, «chateras» y porque a mi madre le cayó bien, no solo Don Modesto sino el mote.

2 Comentarios

  1. floren

    Como siempre, «GENIAL» amigo Paco, gracias por tus artículos que son toda una lección magistral…
    Saludos, floren…

    Responder
  2. José Enebral

    Bueno, como fecha de la llegada de los primeros salesianos a Madrid, yo tenía la del 19 de octubre de 1899, en tren procedente de Sevila y con don Oberti a la cabeza, para instalarse en la calle Zurbano. Ya en 1901, por el otoño quizá, estos salesianos se instalarían en la Ronda de Atocha, tras haber adquirido la correspondiente finca en la primavera de ese año. Salesianos Atocha dice haberse fundado en 1900, y me debe faltar alguna información al respecto; pero al parecer en enero de 1901 los salesianos seguían funcionando en la calle Zurbano. Por cierto, aquella finca adquirida en Atocha sería, en extensión, más o menos la décima parte de lo que ahora ocupa la manzana del colegio.

    Responder

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


El periodo de verificación de reCAPTCHA ha caducado. Por favor, recarga la página.

También te puede interesar…

Semana Santa pasada por agua

Semana Santa pasada por agua

La Semana Santa necesita agua. Agua que culmine nuestro camino de Cuaresma y que, dentro del templo, nos empape bien y nos introduzca en la Pascua.

La lámpara de gas

La lámpara de gas

Una nueva luz Nací en la fábrica “Gas e luce Torino”. Tanto yo, como cientos de hermanas mías, llevábamos impreso el...