Mayca Crespo

Ayer, una compañera de trabajo me dijo una frase que me tocó de una manera especial: «En esta casa hay sitio para todos.» Una expresión sencilla, pero con un mensaje poderoso que me dejó reflexionando durante un buen rato. Qué maravilloso es estar rodeado de personas con esa convicción, y qué inspirador es sentir que todos aquellos que llegan a un lugar pueden aportar, sumar fortalezas, compartir sus experiencias y, en definitiva, hacernos crecer juntos.

Yo quiero una casa salesiana así, abierta, plural, donde todos sumen, que contagien sus ganas, a los que contagiar las mías. Las personas, en muchas ocasiones tienden a ser egoístas sintiendo incluso rechazo del que llega de fuera. A veces por rivalidad, por miedo a sentir peligrar su seguridad o su zona de confort, llegan a dar la espalda o no facilitar las cosas todo lo que debieran. Ese temor irracional nos impide en no pocas ocasiones abrirnos, dar la bienvenida como deberíamos, y eso es algo que debemos aprender a superar.

Quiero vivir en un mundo donde haya sitio para todos, donde la diversidad sea un valor añadido, donde nuestros únicos rivales seamos nosotros mismos, un lugar donde en vez de levantar barreras, extendamos la mano y en ese gesto encontremos nuevas oportunidades.

¿Y es que no estamos “diseñados” para amar? Amar sin límite, sin medida, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo.

Dios nos regaló un corazón infinito, donde el amor no se divide, sino que se multiplica, con una capacidad ilimitada para querer. En ese amor, hay sitio para todos, porque ¿no es cierto que fuimos creados a imagen y semejanza de Dios? Él nos ama sin excepción, y para cada uno de nosotros tiene un propósito. Entonces, ¿quiénes somos nosotros para poner obstáculos en el camino de los demás?

¿Qué pasaría si comenzáramos a vivir plenamente esta profunda certeza? Quizá veríamos en el que llega el reflejo de Dios, alguien cercano a nosotros. Y no solo deberíamos permitirles alcanzar sus metas, sino también tenderles una mano para ayudarles en su camino.

Es hora de dejar atrás los sentimientos posesivos: «mi colegio,» «mi casa,» «mi país». El apego a lo material o a lo que creemos que nos pertenece suele enmascarar un falso sentido de protección, cuando en realidad lo que nos frena es el egoísmo o la falta de empatía.

Es tiempo de abrir nuestros corazones y nuestras puertas, porque en esta casa, y en este mundo, siempre hay sitio para todos.

Oración

Dios, Padre todopoderoso,
somos tu Iglesia peregrina
que camina hacia el Reino de los Cielos.
Cada uno de nosotros habita en su propia patria,
pero como si fuéramos extranjeros.
Toda región extranjera es nuestra patria,
sin embargo, toda patria es para nosotros tierra extranjera.
Vivimos aquí en la tierra,
pero tenemos nuestra ciudadanía en el cielo.
No permitas que nos constituyamos en amos
de la porción del mundo
que nos has dado como hogar temporal.
Ayúdanos a no dejar nunca de caminar
junto con nuestros hermanos y hermanas migrantes
hacia la morada eterna que tú nos has preparado.
Abre nuestros ojos y nuestro corazón
para que cada encuentro con los necesitados
se convierta también en un encuentro con Jesús,
Hijo tuyo y Señor nuestro.
Amén.
Roma, San Juan de Letrán, 24 de mayo de 2024, Memoria de la Bienaventurada Virgen María Auxiliadora.
PAPA FRANCISCO