Una Iglesia joven

4 diciembre 2018

Koldo Gutiérrez

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El camino sinodal comenzó hace dos años, en este pasado mes de octubre vivió una intensa experiencia con la Asamblea sinodal y pronto esperamos una exhortación apostólica de los jóvenes escrita por el papa Francisco.

Durante todo el año 2018 hemos seguido muy de cerca el proceso sinodal desde el Boletín Salesiano. Ahora queremos acercarnos al Documento final del Sínodo sobre los Jóvenes. El camino sinodal comenzó hace dos años, en el mes de octubre ha vivido una intensa experiencia con la Asamblea sinodal, y, ahora, abre una nueva etapa para la acogida y asimilación de lo tratado. En esta etapa del camino sinodal esperamos una exhortación apostólica sobre los jóvenes escrita por el papa Francisco.

Caminar juntos

La palabra más oída en la Asamblea sinodal ha sido la palabra sinodalidad que, como sabemos, significa caminar juntos. “La sinodalidad caracteriza tanto la vida como la misión de la Iglesia, que es el Pueblo de Dios formado por jóvenes y ancianos, hombres y mujeres de todas las culturas y horizontes, y el Cuerpo de Cristo, en el que somos miembros los unos de los otros, empezando por los marginados y pisoteados” (Documento Final, 121).

Es muy interesante constatar que, siendo los jóvenes el tema principal de este Sínodo, el argumento más escuchado sea la Iglesia sinodal. Si, como fruto de este Sínodo, aprendemos a caminar juntos, podremos decir que los jóvenes nos han ayudado a rejuvenecer el rostro de la Iglesia. Una Iglesia sinodal pide la participación y la colaboración de todos. Nadie debe ser puesto al margen y nadie puede mantenerse al margen. Nos necesitamos todos. Todos somos importantes. Los jóvenes nos lo han recordado.

Pasar de las estructuras a las relaciones

La importancia de las relaciones es otro de los argumentos del Sínodo. “Es en las relaciones -con Cristo, con los demás, en la comunidad- donde se transmite la fe. También en vista de la misión, la Iglesia está llamada a asumir un rostro relacional que ponga en el centro de la escucha, de la acogida, del diálogo, del discernimiento común, en un camino que transforme la vida de los que participan en él” (Documento final, 122).

Es tal la importancia que el Sínodo ha dado a las relaciones que afirma que “no basta, pues, con tener estructuras, si no se desarrollan en ellas relaciones auténticas; es la calidad de estas relaciones, de hecho, la que evangeliza” (Documento final, 129). En este sentido se puede concluir que solo una pastoral juvenil capaz de renovarse a partir del cuidado de las relaciones y de la calidad de la comunidad cristiana será significativa y atractiva para los jóvenes.

Una pastoral juvenil en clave vocacional

Elijo el tema vocacional como tema importante. Sé que podía haber elegido otros muchos: el ambiente digital, las migraciones, la familia y la relación intergeneracional, el acompañamiento, el discernimiento, los jóvenes como lugar teológico, la formación… Elijo el tema de la vocación porque en el fondo cuando se habla de vocación se está hablando de la persona en su más radical esencia y, de la misma manera, se está hablando de una pastoral juvenil esencial. La vocación es un misterio que se recorre en un largo camino.

Hay que reconocer que la palabra vocación tiene un carácter analógico porque hay distintos caminos para responder la llamada del Señor. En síntesis toda vocación pide “escuchar y reconocer la iniciativa divina, una experiencia personal, una comprensión progresiva, un acompañamiento paciente y respetuoso del misterio en curso, un destino comunitario” (Documento final, 77).

Alrededor de la vocación se integran todas las dimensiones de la persona. “Por eso es muy importante aclarar que sólo en la dimensión vocacional puede encontrar todo trabajo pastoral un principio unificador, porque en ella encuentra su origen y su realización” (Documento final, 139).

Proyectos de misión

Elijo para este último punto una iniciativa que ha llamado mi atención. En el Sínodo se ha hablado de aprender a trabajar en proyectos de misión. En concreto, se propone ofrecer un tiempo destinado a la maduración de la vida cristiana adulta. “Se trata de una experiencia de vida fraterna compartida con educadores adultos, esencial, sobria y respetuosa de la casa común; con una propuesta apostólica fuerte y significativa; y la oferta de una experiencia de espiritualidad enraizada en la oración y en la vida sacramental”. El proyecto me parece muy interesante y comprometido para los propios educadores.

Esperanza

Creo que el Sínodo ha traído un nuevo aire de esperanza. Los participantes decían al concluir que habían vivido una experiencia única de comunión y de alegría. El mismo papa Francisco utilizó palabras de esperanza en la apertura del Sínodo: “Ungidos en la esperanza comenzamos un nuevo encuentro eclesial capaz de ensanchar horizontes, dilatar el corazón y transformar aquellas estructuras que hoy nos paralizan, nos apartan y alejan de nuestros jóvenes, dejándolos a la intemperie y huérfanos de una comunidad de fe que los sostenga, de un horizonte de sentido y de vida”. Solo me queda pedir que no defraudemos la esperanza de los jóvenes. La esperanza nos pide levantarnos para mirar de frente el rostro de nuestros jóvenes y las situaciones en las que se encuentran. “La misma esperanza nos pide trabajar para revertir las situaciones de precariedad, exclusión y violencia a las que están expuestos nuestros muchachos” (Francisco).

Koldo Gutiérrez, sdb

Delegado nacional de Pastoral Juvenil

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