Artículo original publicado en Vida Nueva el 16/07/2022
El pasado 29 de junio, solemnidad de san Pedro y san Pablo, tuve la oportunidad y el gozo de estar en la ciudad de Duala, capital económica de Camerún. La arquidiócesis de Duala comprende únicamente la ciudad del mismo nombre… pero es que solo dicha urbe sobrepasa ya, según me cuentan, los cuatro millones de habitantes. ¿Católicos? No llegan a un millón, pero están en constante crecimiento.
La diócesis de Duala y la de Rabat, en Marruecos, están hermanadas por un acuerdo de colaboración pastoral por el que Duala se compromete a mantener dos sacerdotes al servicio de nuestra diócesis. El motivo de mi visita fue responder a la invitación de monseñor Samuel Kleda, arzobispo de Duala, para presidir las ordenaciones del año: diez sacerdotes y ocho diáconos, todos diocesanos.
Han sido los primeros que he ordenado en los más de cuatro años que llevo como obispo. Una inmensa alegría. Había tenido ya la oportunidad de ordenar un obispo (¡y no cualquiera: el sucesor de san Agustín, el obispo de Hipona, en Argelia!), pero hasta ahora ningún sacerdote ni ningún diácono. En la celebración se nos pasaron cuatro horas y media que fueron como un parpadeo. Alegría, música, color, ritmo, danza, aclamaciones…
Además de conocer el arzobispado y la catedral (con un trasiego constante de fieles en oración y en adoración), pude también visitar la Casa Católica de la Comunicación Social (una radio, un canal de televisión, una imprenta con variadas publicaciones periódicas y un centro de formación profesional para los oficios de la comunicación), la Universidad Católica (cuatro facultades y casi dos mil alumnos) y un hospital católico muy completo en un barrio periférico popular.
Constante crecimiento de fieles
También estuve en dos grandes –grandiosas, diría yo– parroquias, y no solo porque el templo puede acoger más de mil personas, sino por la cantidad de grupos, movimientos, comunidades y organizaciones que constituyen la vida de los cristianos.
Cuando en Europa leo o escucho hablar, en conversaciones particulares o a través de los medios de comunicación, de la crisis de vocaciones, de la decrepitud de la Iglesia, de que vamos a menos, de que esto se acaba, y “que el último apague la luz” … pienso que un viaje a otras latitudes, una peregrinación a otras Iglesias jóvenes, un encuentro con cristianos vibrantes y entusiastas, le haría mucho bien a nuestras “envejecidas” comunidades de España y Europa.
Y es que… “el Reino de Dios está en medio de vosotros”, vivito y coleando.
+Cristóbal López, sdb
Arzobispo de Rabat
No sé cómo se verán las cosas tres años después, porque solo tengo alguna información de muy pocas parroquias madrileñas, pero mi impresión de nuestro país es que hemos heredado lógicamente una cultura/tradición cristiana y casi que ahí queda la cosa. Ciertamente celebramos la Navidad, la Semana Santa… Las procesiones son en verdad un espectáculo que impresiona… Simplemente diría yo aquí, como comentario, que somos cada día ma´s pecadores, que muchas parejas se casan y descasan al margen de la Iglesia, que lo de las primeras comuniones viene a ser una fiesta que hacemos a los niños, que la Iglesia no está tanto en salvar almas como en salvaguardar sus privilegios… No me sorprende que en España la Iglesia coquetee con Vox, porque parece ser lo que más recuerda al nacionalcatolicismo; no me sorprende, pero me resulta relevante y revelador. En fin, a ver si surgen otros comentarios más oportunos y clarificadores.