Una Navidad que no será como la de otros años

15 diciembre 2020

Nunca como este año, las autoridades se habían convertido en voceros del Adviento: desde hace tiempo nos dicen una y otra vez que se acercan las Navidades, que queda poco tiempo, que hay que estar preparados y que hay que estar vigilantes porque…esta Navidad será distinta.
Luego lo matizan, lo ponen en manos de las comunidades autónomas y lo complican… y nos sumergen en un mar de dudas:

¿Podrá haber reuniones de hasta 6 personas…o hasta de 10?

¿Habrá ciudades confinadas?

¿El toque de queda será a las 11 de la noche los días que no sean festivos

¿Las superficies comerciales podrán llenarse?

¿Y qué pasará con las cenas familiares de Nochebuena o Nochevieja? ¿Y el día de Reyes?… ¿Podrán intercambiarse regalos esos días?

¿Qué son exactamente los allegados?

¿Y los bares estarán abiertos?… y, en caso afirmativo: ¿en qué tanto por ciento se podrá llenar el interior?

¿Habrá más aforo en los cines y teatros?

Y en las misas, ¿qué aforo habrá?

¿Habrá Misa de gallo a las 12 de la noche?

Y, ante todas estas preguntas, nuestras autoridades responden: “Una cosa está clara: las Navidades no serán como otros años”.

Pues, qué quieren que les diga; a mí me alegra esto de que la Navidad no sea como siempre. Creo que también los cristianos deberíamos plantearnos esto, que las Navidades no fueran como otros años. Corremos el riesgo de que una fiesta tan extraordinaria como la Navidad, en la que celebramos –ni más ni menos- que Dios se hace un recién nacido, se convierta en una cuestión rutinaria, en una milonguita simpática y familiar a la que se le haya privado de su fuerza revolucionaria.
Así que me atrevo, con toda sencillez, a darles otros consejos, que van más allá de lo sanitario, para que su Navidad sea un poco más “cristiana”.

Ponga el belén en casa y rece por la paz cada día ante él.

Lea diariamente un fragmento del evangelio.

Haga un donativo solidario. Piense en cualquiera de las organizaciones que se dedican con esmero a paliar la miseria de los oprimidos y entregue algo de su dinero.

Prescinda de parte del tiempo que dedica a Internet y regáleselo a su familia o a los amigos a los que hace tiempo no ve.

Piense qué regalos va a hacer y calcule que sean mucho más baratos que los del año pasado (el exceso sería una ofensa en plena pandemia).

No deje pasar ni una fiesta sin participar de la Eucaristía a la hora que sea: Nochebuena, Navidad, Domingos, Epifanía…

Abra bien los ojos para ver personas necesitadas cerca de usted. Suelen pasar desapercibidas, aunque estén a nuestro lado.

Llame o escriba a alguna persona que esté viviendo un mal momento.

Envíe una felicitación navideña escrita de su puño y letra. Eso testimonia que ha dedicado tiempo a la persona destinataria de la felicitación. Y, por favor, prescinda usted de renos, trineos, muñecos de nieve u otras cositas graciosas en su postal y haga que aparezca el Niño Jesús. Él es el centro de nuestra Navidad.

Y en este Adviento, repase los motivos de esperanza que tiene en esta situación que nos toca vivir y conviértase usted mismo en una estrella de Navidad que sea un motivo de esperanza para los demás.

Hagamos caso a las autoridades. Hagamos que esta Navidad, ciertamente, no sea como otros años.

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