Es un hecho que cada año se envían menos postales de Navidad. Lo dicen todos los años en las noticias entrevistando a alguna oficina de Correos.
Y es que los correos electrónicos, los whatsapp y las redes sociales nos permiten ahorrarnos de un plumazo el dinero que cuesta la postal, el sobre y el sello, además del esfuerzo que supone la operación de comprar, escribir y acercarnos al buzón a enviarlas.
Podríamos, iniciando diciembre, pensar bien si lo que queremos es cumplir con una tradición más o si las personas a las que voy a enviar esa postal merecen el esfuerzo de un regalo tan sencillo como es el deseo de una feliz Navidad en forma de postal.
Considero que las postales de Navidad son una ocasión idónea para que, quienes creemos en Jesús y celebramos su nacimiento, compartamos con otras personas quién es el centro de nuestra vida y el que da sentido a la Navidad.
Elegir una postal en la que veamos a Jesús, pequeño y humilde, rodeado de su padre José y su madre María, sin necesidad de más adornos, es una forma de compartir con otras personas lo que para nosotros es un regalo y una manera de vivir.
Sé que no es fácil encontrar esas postales. Y me pregunto en qué momento decidimos en nuestras casas que una postal con un adorno, un paisaje nevado, unos niños cantando villancicos, un símbolo dorado o rojo… ya es suficiente para “sugerir navidad”.
En el corazón
¿En qué momento Jesús empezó a darnos vergüenza o a parecernos invasivo y molesto en una postal de Navidad?
No creo que nadie de los que enviamos postales con la imagen de Jesús lo hagamos para forzar a nadie a creer en lo que creemos, o pretendamos dejar claro que celebramos mejor que nadie la “auténtica Navidad”. No se trata de eso.
Se trata de todo lo contrario. De anunciar lo que llevamos en el corazón, de alegrarnos de aquello en lo que creemos, de presentar a Jesús como una persona que merece la pena, que transforma vidas y que nos muestra la ternura de Dios como nunca se ha visto.
Se trata, incluso, de elegir unas palabras del evangelio, quizás de los textos que se leen en Navidad, para acompañar nuestro mensaje de cariño con palabras profundas, con palabras de amor, con la Palabra de Dios.
No se me ocurre una forma mejor y más concreta en estas fechas para poner en práctica eso de lo que tanto hablamos y a lo que llamamos “primer anuncio”.
En una Iglesia que hoy piensa en caminos y formas de llevar a cabo el anuncio de Jesús por primera vez, Él no puede faltar en las postales de Navidad, porque tampoco puede faltar en nuestro mundo.
Os deseo un buen Adviento de preparación en el que elegir a las personas a las que enviar nuestras postales y en las que elegir las postales que vamos a enviar.
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