Este pasado fin de semana, tuve la suerte de poder acompañar a 28 voluntarios que se van este verano de misiones. Personas como tú y como yo que, tras cuatro fines de semana de formación, deciden dar uno, dos o tres meses de su vida a los jóvenes en situaciones de vulnerabilidad en países en vías de desarrollo, este año a Angola, México, Perú, Ecuador, Bolivia, Guatemala y Colombia.
Ser voluntario es un estilo de vida, en el que sales de tu comodidad para dar tu tiempo a los que lo necesitan, es regalar sonrisas y ayudar a cambiar vidas poniendo un granito de ti en personas que lo necesiten. Los que ya hemos vivido esta experiencia decimos que al final recibes más de lo que das, es un enriquecimiento mutuo en el que compartes tu vida. Muchas veces vale con estar y dar testimonio de nuestras propias experiencias para aprender unos de otros.
Durante este fin de semana he podido volver a sentir esos nervios previos al viaje: dudas, ilusión, agradecimiento y alegría, emoción por descubrir qué te espera en ese destino y qué personas dejarán huella en tu camino. Esas ganas de vivir una experiencia que se quedará siempre contigo, porque aquel que hace un voluntariado dando todo su corazón como respuesta a esa llamada que Dios le hace, es voluntario para siempre. Esta experiencia deja marca en tu vida, te abre los ojos a distintas realidades y situaciones que sorprenden y que te hacen cuestionarte cómo vivimos nosotros. Pero lo mejor son las personas que se quedan con un trocito de tu corazón.
Rezo por cada uno de los voluntarios que se van este verano a distintas casas salesianas del mundo a dar su tiempo y su vida, a dar lo mejor de sí mismos para el bien de los jóvenes y su labor sea de ayuda en su destino.
Nosotros somos Voluntarios X Siempre.
Mis mejores deseos para estos voluntarios que continúan con el sueño de Don Bosco!!