¡Camina con nosotros!
Por su docilidad al Señor, María estuvo presente en el designio providencial del Padre, y en los momentos culminantes de la vida de su Hijo Jesús: desde el anuncio del ángel hasta el misterio de su muerte y resurrección.
Ella, también, acompañó los primeros pasos de la Iglesia naciente, oraba con los discípulos de su Hijo y oraba por ellos.
Y así es como, por obra del Espíritu Santo, se convirtió en Madre de Dios y, por obra del mismo Espíritu, se convirtió en Madre de la Iglesia, a la que sigue acompañando, con su oración y mediación, en su peregrinar hacia la Patria celestial.
LA PREGUNTA: Aquella presencia y acompañamiento de la primera comunidad cristiana, ¿las descubro como algo presente en mi vida y en mi quehacer diario? ¿Tendré que abrir más el corazón a la Madre?