Familia de Dios
La verdadera maternidad de María asegura para el Hijo de Dios una verdadera historia humana, una verdadera carne, en la que morirá en la cruz y resucitará de los muertos.
Allí, junto a la cruz, su maternidad se extenderá a todos los discípulos de su Hijo. Como Madre, también, tras la resurrección y la ascensión, estará presente en el Cenáculo, pidiendo el don del Espíritu con los apóstoles.
Ese amor entre el Padre y el Hijo en el Espíritu ha marcado nuestra historia. Cristo nos atrae a sí para salvarnos y en el centro de la fe está asumir que Jesús, Hijo de Dios, nacido de mujer, nos trasforma, con el don del Espíritu santo, en hijos adoptivos.
LA PREGUNTA: El proceso de María como creyente ¿me sirve para hacer camino y crecer en mi experiencia de vida? ¿Me ayuda a sentirme de verdad “familia” de Dios?