María, Madre de Ternura
Jesús, recién nacido, se reflejó en los ojos de una mujer, en el rostro de su madre de quien recibió las primeras caricias y sonrisas.
María ponía en marcha la revolución de la ternura con su ternura de madre, envolvente, abierta a la comprensión del prójimo y de sus preocupaciones, convirtiendo la alabanza a Dios en invitación y llamada a consolar al que sufre, orar por el bien, la justicia, la paz, por los demás, por una mismo, por la propia fe.
Llamada e invitación a compartir con ternura, con la ternura de María cuando en su fe, y en su “fiat”, se reconoce pequeña ante Dios y asume con alegría, gozo, esperanza y libertad los planes de Dios.
La misma ternura con la que nuestra Iglesia sinodal trata de hacerse presente en nuestro mundo.
FLOR: Hoy en el “ruega por nosotros” pedimos esa mirada de ternura sobre nuestro propio entorno.