El camino del progreso en Las Palmas de Gran Canaria ha estado marcado por una constante reclamación de instituciones educativas capaces de atender una demanda social y ciudadana de asistencia, formación, preparación y cultura. En términos de conectividad, impacto político y económico y desarrollo cultural, hace años podría decirse que la ciudad y las Islas estaban mucho más lejos del continente europeo que hoy. El avance ciudadano y social resultaba complicado en varios aspectos esenciales: también en el educativo, cuando la propia conformación de la ciudad comenzaba a exigir docentes y aulas para afrontar el futuro, pero también entidades que en especial pudieran hacerse cargo de los niños en una situación de mayor necesidad. Porque había importantes penurias que resolver desde la insularidad.
La propia ciudad peleó por la llegada de instituciones como la conformada por los religiosos de la Sociedad de San Francisco de Sales (vulgo, congregación salesiana o, simplemente, Salesianos). Fueron las llamadas fuerzas vivas del momento las que más insistencia mostraron a la hora de reclamar la presencia salesiana. Desde el clero hasta estamentos políticos y burgueses que eran bien conscientes de lo que podía suponer este hecho para la sociedad del momento. Ahí quedaron registradas las numerosas cartas de monseñor Cueto con destino a Sevilla, Barcelona o Turín, las gestiones del doctor Apolinario (Bartolomé Apolinario Macías), o la compraventa de la finca a las religiosas del Sagrado Corazón por parte del fundador, Alejandro Hidalgo, para que la ocupasen los hijos de San Juan Bosco.
Este ejercicio de voluntad cívica se consumó cuando los Salesianos comenzaron su actividad educativa en la capital grancanaria el 8 de diciembre de 1923. La congregación religiosa fue originalmente fundada por San Juan Bosco con la misión, dentro de la Iglesia, de la educación y la evangelización de los jóvenes. En el apartado social, su impacto fue inmediato: entre enero y febrero de 1924 acogían ya a casi un centenar de huérfanos venidos la mayor parte (72) del Asilo de San Antonio, más doce becados de Agüimes y Moya.
Con ellos, y los muchos que llegaron en las décadas sucesivas, se pondrían en funcionamiento progresivamente los talleres de carpintería, zapatería, imprenta y sastrería. Los salesianos siempre asumieron como un objetivo preferente el de formar profesionales capaces en diferentes sectores. Lo siguió siendo durante muchos años, si bien los cambios sociales que comenzaron a transformar el Estado a finales de los años sesenta y la posterior transición democrática terminarían por alumbrar nuevos modelos formativos.
Fue entonces cuando Salesianos dio el paso para transformar las antiguas Escuelas Profesionales Salesianas en el centro integrado de Enseñanza Primaria, Bachillerato Elemental y Superior y PREU que sigue hasta nuestros días, con las pertinentes adaptaciones exigidas por los sucesivos cambios legislativos. Aún ahora, gracias al modelo de concierto educativo vigente en todo el territorio nacional desde los años ochenta, el colegio salesiano acoge sin distinción alguna en razón de su estatus económico a todas las familias que llaman a su puerta y solicitan la matriculación de sus hijos.
Además de su amplia actividad religiosa y parroquial en la ciudad, la labor educativa y de promoción social de los Salesianos en la capital grancanaria ha sido constante desde su llegada. Más allá de la oferta formativa de calidad que se ofrece a los alumnos que acuden a la sede de León y Castillo, muchos jóvenes de otros barrios de la ciudad y otros tantos que arriesgan la vida para llegar a Europa desde el continente africano son hoy atendidos gracias a la labor inefable de la Fundación Don Bosco Salesianos Social. En el corazón del barrio de Schamann (en la calle Don Pío Coronado), gracias a la cofinanciación de la Fundación La Caixa y el Fondo Social Europeo, actualmente se ofrecen los programas Incorpora y Más Empleo, además de cursos de formación en ámbitos laborales específicos, a un considerable grupo de jóvenes egresados del sistema educativo y, por ello, en alto riesgo de exclusión social.
Las Palmas de Gran Canaria concede en 2023 su Medalla de Oro a los Salesianos, justo en el año de su centenario en la ciudad, por su compromiso, acción educativa, integración social, solidaridad y una permanente vocación de servicio. Valores sobre los que ha construido su porvenir la propia ciudad a lo largo de su historia.
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