Es un musical basado en la historia de un joven italiano del siglo XIX, que podríamos pensar que “nos pilla lejos”, sin embargo, cada escena, cada canción del musical la representan hoy salesianos con nombres y apellidos repartidos por todo el planeta. Las calles del Turín del XIX que salen en una de las escenas, son hoy las calles de Coutounou, donde los salesianos siguen preguntando a los niños de la calle si saben silbar, comer o jugar. O las noches de Adis Abeba, donde los jóvenes etíopes se agolpan en rincones esperando que pase “la camioneta de Don Bosco” para que les cuenten cosas distintas que les saquen de la calle y así cumplan sus sueños.
Cada escena podría ser interpretada por miles de Salesianos que hoy siguen siendo el rostro amoroso de Juanito Bosco en todas las obras, en los patios de los colegios, la casa de niños de la calle, con los canillitas de República Dominicana, entre las maras de Centroamérica o en los campos de refugiados de Palabek. En tantos países en los que los salesianos trabajan y se juegan la vida y lo hacen siempre, como lo hizo San Juan Bosco, acompañados de su doble madre: de ese amor y espíritu maternal de Mamma Margarita, ese rostro femenino, de madre, de amor y de cariño que Don Bosco tuvo físicamente a su lado para poner orden en su casa, para dar las buenas noches y recordar que las personas tenemos derechos y también deberes y que debemos cumplirlos y respetarlos.
Y la otra madre, la que tenemos todos, que sigue presente y se hace presente cada día, en cada obra salesiana porque “es ella quien todo lo hace”, la auténtica responsable de los milagros que continuamente vemos en las obras salesianas: cuando un joven cambia su fusil por la azada, o decide cambiar la calle por la escuela, cuando una chica explica que ha sido explotada sexualmente y que necesita ayuda y necesita cambiar su vida y que tiene un sueño, ahí está María y ahí sigue presente Don Bosco. Eso sigue sucediendo como lo relata este magnífico musical.
Habla una de las canciones de que “ya soy alguien”, así se ve, todavía hoy en tantos rincones del planeta, como los salesianos reconocemos a esos jóvenes, como con gestos pequeños, tratándolos “simplemente” como iguales y con amor, esos se sienten reconocidos como personas y recuperan su dignidad. Esta sigue siendo hoy una de las grandes maravillas de la obra salesiana, devolver la dignidad a los jóvenes, ayudarles a recuperar su vida y, sobre todo, a cumplir sus SUEÑOS.
Gracias a Toño Casado, por traducir en música, en arte y en diversión el mensaje, el sueño de Don Bosco y gracias a los Salesianos por una apuesta tan arriesgada, tan compleja pero que, seguro, dará grandes frutos porque es el testimonio vivo de toda su obra, de sus valores y de su mensaje.
Por favor, no dejéis de ir a verla porque os acerca a muchas más realidades que el Turín del XIX y porque os removerá para salir de allí con ganas y energía para transformar el mundo y conseguir que cada joven cumpla sus sueños.
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