Continuamos con la reflexión diaria que propone Fernando García, capitular de Salesianos Santiago el Mayor, a partir de las propuestas en torno a los temas principales del GG28. En esta ocasión con Eunan McDonnel, inspector de Irlanda y Malta.
En Valdocco, D.Bosco vivió y generó una auténtica escuela de santidad entre sus jóvenes. En este mismo lugar, ha resonado con fuerza entre los capitulares, la voz de Eunan McDonnel, que con la frescura de su testimonio personal de vida nos ha invitado a pedir a Dios como hizo Salomón: un “corazón que escucha”. ¿Qué salesiano para los jóvenes de hoy? Esta pregunta que define el tema de nuestro Capítulo General ha sido respondida en las inspectorías que han mandado sus aportaciones, focalizándose en definir bien un perfil de supermán irrealizable, bien en una descripción negativa que destaca las carencias… Sin embargo, la pregunta temática de este Capítulo General, cambia radicalmente cuando se coloca delante de ella a Dios y se transforma en esta otra: “Señor, ¿qué salesiano para los jóvenes de hoy?”.
Al hacer esto dejamos de estar nosotros en el foco y devolvemos el centro a Dios. Entonces descubrimos que nuestra tarea es ante todo escuchar para poder aprender cuál es la misión que Dios nos confía. Esa fue la experiencia de Juan Bosco en el sueño de los nueve años: recibir una misión y con ella la clave para llevarla a cabo: la mansedumbre y el cariño.
Por este camino nos ha llevado McDonnel interpelándonos con sus preguntas y hablándonos desde su experiencia de Dios. D.Bosco hizo el propósito de que la caridad y la dulzura de San Francisco de Sales le guiaran en todas sus tareas. La mansedumbre salesiana es el espíritu de las bienaventuranzas, un don del Espíritu que nos permite vivir imitando la humildad y la mansedumbre de Jesús. No es solo una manera de ser amable, sino que exige dominio de sí y disciplina interior. Si hay una falta de mansedumbre en nuestras comunidades, entre los jóvenes y entre nuestros colaboradores, ¿no podría ser esto un reflejo de la falta de oración? “Señor, ¿qué salesianos para los jóvenes de hoy?”. Jesús nos invita a responder a esta pregunta diciendo: ¡Ven a mí…! y después de que hayamos acudido a él cuando estamos cansados y agobiados nos renueva su invitación diciendo… ahora, ¡permanece conmigo!
Para poder escuchar lo que Dios nos dice a través de los jóvenes, necesitamos generar en nosotros un “corazón que escucha”, dejar a un lado nuestras agendas para poder recibir la dirección de Dios. Ese corazón que escucha es un regalo de Dios, a nosotros lo que nos corresponde es crear las posibilidades para poder recibirlo: escuchar para comprender y no para responder.
Hacer experiencia de Dios es narrar la propia vida y las vivencias que experimentamos. Nuestra actividad, planificación, nuestras encomiendas y trabajo nos pueden llevar a ser más siervos que amigos de Dios, a ser como un perro que corre tirando de su amo. Entonces nace la pregunta: ¿Estoy realmente siguiendo al Señor o estoy corriendo por delante pidiendo al Señor que me siga? La laboriosidad no garantiza estar haciendo la voluntad de Dios. Si hemos vivido en este ajetreo del análisis, de la planificación y de centrarnos en los objetivos, será mucho más difícil para nosotros capturar la brisa del Espíritu. Esta requiere un «corazón que escucha», un espíritu contemplativo.
¿Y Don Bosco? Como recuerda el beato Felipe Rinaldi: «Si quieres vivir según el espíritu de Don Bosco, nunca debes perder de vista su vida interior… continuamente unido a Dios en la oración». Cuando hablaba de Dios… este amor era el único deseo de su corazón. Es obvio que Don Bosco se comunicaba con un Dios vivo porque estaba en una relación vital con Dios. Esto solo es posible a través de la oración como amistad con Cristo que alimenta el fuego entre nosotros. Sin esta intimidad alimentada por la oración… Dios desaparece en la distancia. Poco a poco se convierte en una idea sin sentido y sin vida… Si dejamos de orar por un largo período de tiempo, Dios ‘muere’… no en sí mismo, pero muere en nuestros corazones. Dios ‘muere’ como una planta marchita que hemos descuidado regar.
En esta santa tierra salesiana, D.Bosco vivió una profunda experiencia espiritual ayudando a los jóvenes a tener un corazón que escucha los susurros de Dios. Las palabras de Eunan McDonnel han sido inspiradoras para que los salesianos descubramos que lo importante no es precipitarnos en una multitud de obras externas, sino descubrir y practicar las actitudes y comportamientos que nos abren a la obra del Espíritu.
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