El 91% de la población de la región de Tigray sufre hambruna por las consecuencias de una guerra devastadora que duró dos años y que obligó a más de tres millones de personas a abandonar sus hogares. Hoy, ya hay paz, pero 20 millones de personas necesitan ayuda de emergencia para sobrevivir. Hay dos millones de personas desplazadas, más de 1,5 millones de personas viven en recintos públicos y escuelas y otras 500.000 personas lo hacen en tiendas improvisadas en la calle porque no tienen un hogar al que regresar.
“No hay comida, ni agua potable. Las escuelas están cerradas y muchas de ellas destruida y no tenemos un lugar seguro en el que dormir”, explica Alimayu, una joven madre con tres hijos, “pero gracias a la ayuda de los misioneros salesianos seguimos con vida porque nos dan agua, alimentos y papilla para los bebés”, añade.
Las consecuencias de la guerra y la sequía se han convertido en una combinación mortal para 9 de cada 10 personas en la región: mujeres embarazadas o con bebés, niños y niñas menores de cinco años y personas de mayor edad son la población más vulnerable. Ante la suspensión, hace meses, del reparto de comida por las organizaciones internacionales, los misioneros salesianos continúan con sus programas de reparto de harina, galletas, pan, una especie de papilla para los bebés y útiles escolares para miles de personas a diario, pero la ayuda es insuficiente y la población se muere de hambre.
Antes de la guerra, el 3% de los hogares estaba en situación de necesidad para conseguir alimentos a diario. En la actualidad, el 60% de los hogares en Tigray sufre hambruna severa y la región se encuentra al borde de una catástrofe humanitaria nunca antes vista desde la hambruna de mediados de los años 80 del siglo pasado.
Los misioneros salesianos están al lado de la población desplazada y necesitada desde el inicio del conflicto en cuatro Adwa, Adigrat, Mekelle y Shire. En ellas ofrecen ayuda: distribuyen agua, comida (harina, aceite, famix y galletas), material escolar, productos de higiene y de primera necesidad. Además, tienen programas concretos con los que han atendido a más 100.000 personas de manera constante en este tiempo. En Adwa, por ejemplo, ofrecen alimentación diaria para 3.000 menores que sufren desnutrición, además de repartir pan para alrededor de 5.000 personas en los centros de desplazados, y en Shire llevan a cabo otro programa escolar que entrega pan cada mañana a 1.300 menores.
Tigray está en un punto crítico y desde Misiones Salesianas ha abierto una campaña de emergencia para poder ayudar a la población. Además, pide a la comunidad internacional una respuesta integral y sostenida. Debe dar un paso adelante y brindar la ayuda y asistencia para aliviar el sufrimiento de estas personas y ayudarlas a reconstruir sus vidas.
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