‘Caminando en libertad’

10 octubre 2024

Pepe González, sdb

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Testimonio de Pepe González, salesiano acompañante en la Pastoral penitenciaria de Jaén en la experiencia del Camino de Santiago junto a cinco reclusos.

Las heridas de los pies, duelen menos que las heridas personales. Además, las de los pies se curan fácilmente mientras que las propias no se curan tan rápido ni tan fácilmente”. Con estas palabras comenzaba una de las etapas de la peregrinación a Santiago, que un año más el salesiano Pepe González ha tenido la gran suerte de hacerla acompañado con cinco reclusos de la cárcel de Jaén.

Una peregrinación en la que, por tercer año consecutivo, se invitaban a todos los centros de España, recogiendo esta invitación 13 Centro Penitenciarios, con la participación de unos 230 participantes entre internos, funcionarios y miembros de la Pastoral Penitenciaria.

La peregrinación se encuadra dentro del trabajo de reinserción que, desde la Pastoral Penitenciaria, se realiza para ayudar y fomentar el cambio personal y despertar la solidaridad y acogida de los mismo en la sociedad.

“Junto a este gran objetivo, intentamos que fueran unos de días en los que los internos, pudiesen disfrutar de espacios naturales y al aire libre. Cambiar la rutina y el tedio de celdas y muros de cementos por espacios abiertos y libres que potenciara el encuentro con Dios y con ellos mismos”, explicaban.

La dureza del camino, este año se hizo más grande con la presencia continuada de la lluvia, que acompañó al grupo casi todos los días de peregrinaje.

Al segundo día, ya empezaron a aparecer las heridas en los pies. Heridas que los buenos samaritanos curaban con cariño y esmero por las noches.

“Fui uno de los pocos que no le salieron ninguna ampolla, pero, la dureza de algunas etapas, despertó en los internos la preocupación por el mas anciano del grupo. Todos se preocupaban de si podría seguir adelante: ¿Pepe, cómo vas?, Era uno de los sonidos más repetidos. Me esperaban, me animaban, me ofrecían agua, se ofrecían a llevarme… En una palabra: Me mimaban”.

“Uno de ellos, renunció a ir con los otros compañeros para ir continuamente a mi lado. En cuanto aparecía una subida, me invitaba a agarrarme a su mochila y tiraba de mí. Una mañana, sabiendo como tenía los pies de ampollas, le dije: Deja a otro, que tu bastante tienes con las heridas que tienes en los pies para, encima, tirar de mí. Y fue cuando me dijo: “Las heridas de los pies, duelen menos que las heridas personales. Además, las de los pies se curan fácilmente mientras que las propias no se curan tan rápido ni tan fácilmente”. Y empezó a contarme sus heridas personales. Y, es verdad, que el dolor que le producía esas heridas, no tenían nada que ver con la de sus pies. Una vez más me han demostrado, que el hecho de estar privados de libertad, no le quitan el ser personas, el ser humanos, es más, ojalá encontrase fuera de la prisión gestos y detalles tan humanos como los que me encuentro cada día en aquel lugar tan falto de humanidad y comprensión”.

La peregrinación partía desde diferentes puntos, según la ruta que cada Centro había escogido y encontrarnos todos los grupos en el Monte del Gozo, y desde allí iniciar juntos, la entrada en Santiago de Compostela, ya que otro de los objetivos de esta peregrinación, era hacer una llamada a la sociedad para normalizar “la cárcel en la calle”, tratando de hacerla visible en la sociedad, y de este modo, desterrar el rechazo y los mitos existentes acerca de los reclusos.

“En un ambiente de unidad y concordia, tras el encuentro de todos en el Monte del Gozo el 5 de octubre, con una lluvia torrencial, se inició la marcha hacia Santiago de Compostela. Con los pies cansados, empapados hasta los huesos, con nudos en la garganta, con un sentimiento profundo de sentirse libres y acogidos por el cariño y la sonrisa de los que compartíamos camino, nos dirigimos a la Catedral para celebrar todos juntos, la misa del Peregrino, presidida por el arzobispo de Santiago, Francisco José Prieto”. Dentro de esta celebración, se hizo la invocación al Apóstol, en la que se pedía la energía moral y espiritual necesaria para la redención personal, así como la apertura de la sociedad a la dura realidad de la prisión y la mayor implicación de ésta y de los poderes públicos a los caminos de reinserción social, sabiendo que hay medidas alternativas a la privación de libertad.

A continuación, se celebró un emotivo acto en San Martín Pinario, donde fueron recibidos por el antiguo Obispo responsable de Pastoral Penitenciaria en la Conferencia Episcopal D. Fernando García Cadiñanos y el Secretario General de Instituciones Penitenciarias D. Ángel Luís Ortiz González.

“Un interno de cada centro compartió su experiencia. Fue un momento muy emotivo: nos llevamos fraternidad, amistad, esfuerzo, momentos de silencio y reflexión sobre la propia vida, y también encuentro con Jesús el primer peregrino”.

El acto se completaría con un almuerzo-comida durante el que unos y otros compartieron sus experiencias e impresiones sobre el gran viaje realizado.

“Muchos lo que han hecho el camino de Santiago, coinciden en que el camino tiene ‘Una Magia’. Y es verdad, una magia que te va metiendo dentro y que hace que las dificultades y contratiempo no se noten, porque la magia hace que te sienta, distinto, te sienta atrapado… Pero esa magia, compartida con personas privadas de libertad, hacen de la magia algo mas palpable, mas entrañable, mas… Es tanto el cariño demostrado, la relación afectiva y efectiva, la cercanía, la familiaridad…que te hace tan dichoso que solo puedo decir:  “Sois unos ladrones, me habéis robado el corazón”.

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