En pocos días compartiré un campamento con el centro de día Entre Amics de la Fundación Ángel Tomás- FISAT. Desde hace cinco años cojo unos días de vacaciones en verano, Pascua y navidades para a unirme a la actividad y acompañarles como cocinera. Mi hijo viene conmigo, siempre ha sido uno más, pero ahora con casi 8 años está totalmente integrado en el grupo.
No se ha hablado del confinamiento de los hijos únicos. Más de tres meses sin tener contacto con otros niños/as de su edad, a excepción de las videollamadas del colegio. Más de tres meses conviviendo día y noche con dos adultos. Hemos sido sus padres, sus profesores, sus compañeros de trabajo y de juego… pese a las circunstancias, el compartir tiempo y de forma más pausada ha sido muy positivo para todos. Pero los/las niños/as necesitan estar con otros niños.
Este año, más que nunca, el campamento en Albaida en el albergue Don Bosco, con el centro de día Entre Amics va a ser sanador. La naturaleza, el espacio abierto, las relaciones entre iguales, las conversaciones propias de una edad, incluso las discusiones van a ser reparadoras.
Las vacaciones deberían ser un derecho, sobre todo para los menores. Tras este confinamiento, las propuestas de verano de ocio en el tiempo libre como los campamentos o campamentos urbanos, con todas las limitaciones sanitarias que se requieran, son fundamentales, adquieren otra dimensión. Y en concreto, las actividades de las plataformas sociales salesianas que atienden a menores en situación o riesgo de exclusión social.
A principios de junio el alto comisionado contra la Pobreza Infantil alertaba de que este verano es imprescindible proteger del ‘olvido veraniego’ a la infancia más vulnerable. Las consecuencias de la crisis de la COVID-19 en los niños y niñas más vulnerable hacen necesarios los programas estivales que palien la situación. Como explica el alto comisionado, “la escuela es una institución igualadora y un elemento de socialización indispensable. Seis meses sin acudir a un centro educativo puede tener graves consecuencias para su desarrollo”. El cierre escolar y el confinamiento ha traído consecuencias para muchos menores en España: educativas, pero también nutricionales sin el servicio de comedor del colegio, de conciliación familiar y psicológicas.
El verano salesiano ha llegado. Ni las mascarillas ni las distancias de seguridad que se van a imponer en los campamentos van a lograr empañar una actividad tan vital; preparada con mucho esfuerzo, profesionalidad y sobre todo cariño. Al contrario, será una nueva aventura en la que voy a tener la suerte de participar. Para mí, la verdadera vacuna contra esta pandemia va a ser ver a niños y niñas felices, entre ellos a mi hijo.
¡Feliz verano!
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