Siete meses después del terremoto en Myanmar, la esperanza sigue en pie gracias a la familia salesiana

6 noviembre 2025

Salesianos Comunicación

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Siete meses después del devastador terremoto que sacudió Myanmar, la familia salesiana continúa acompañando a las comunidades afectadas. Gracias al apoyo canalizado por Bosco Global y la Inspectoría SMX, más de 1.200 familias han recibido ayuda esencial y acompañamiento.

El 28 de marzo de 2025, un terremoto de magnitud 7,7 sacudió el centro de Myanmar, con epicentro en la región de Sagaing, a pocos kilómetros de Mandalay. Fue uno de los sismos más destructivos de la historia reciente del país: más de 15 millones de personas se vieron afectadas, y miles perdieron sus hogares, escuelas y medios de vida en una zona ya castigada por la guerra civil y la inestabilidad política.

Entre los damnificados estuvieron también los salesianos, cuya casa de Mandalay sufrió graves daños: el dormitorio y refectorio de los niños de la calle quedaron destruidos, la capilla comunitaria muy dañada, y el edificio principal, agrietado. En Anisakan, donde se encuentra la Casa Inspectorial, la capilla principal —con seis décadas de historia— también resultó afectada.  A pesar del miedo y la pérdida, ningún salesiano ni alumno perdió la vida

Desde los primeros días, los salesianos visitaron las zonas más afectadas y comenzaron a distribuir alimentos, agua y materiales básicos entre familias desplazadas.

Gracias al apoyo de la Inspectoría Salesiana María Auxiliadora (SMX) y Bosco Global, se recaudaron 23.404,63 € para sostener las acciones de emergencia en Min Gun, Mandalay y Anisakan, destinadas a la distribución de alimentos, agua y material básico para más de 1.200 familias. Parte de estos fondos siguen disponibles para seguir atendiendo las necesidades más urgentes de las comunidades afectadas, en coordinación con la Inspectoría Salesiana de Myanmar (MYM).

Hoy, siete meses después, la reconstrucción avanza despacio, pero con esperanza. Los Salesianos mantienen 11 obras activas en 8 localidades, ofreciendo educación, formación profesional y refugio a jóvenes en riesgo de reclutamiento forzoso. En el campamento de Min Gun, epicentro del seísmo, se continúa ofreciendo alimentación, educación con docentes desplazados y atención sanitaria básica, a pesar del difícil contexto político y militar.

Su presencia es, más que nunca, un signo de estabilidad, fe y compromiso con los más vulnerables.

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