La Navidad viene una vez más a recordarnos que el amor de Dios es lo que sana y hace nuevas nuestras vidas. Si hay alguien que nos hace más protagonistas de nuestra historia es Dios mismo naciendo entre nosotros y con nosotros.
Ojalá que esta Navidad sea una oportunidad para descubrirle queriendo habitar nuestro corazón. Os animo a acoger, en cada casa, en cada comunidad, en cada uno de vuestros corazones y en cada una de vuestras familias a este niño que nace. Preparad una cuna en casa y también en nuestros corazones que sirva para recibirle y darle calor. Qué también sirva para dar calor a nuestras propias vidas en presencia de este niño Dios que viene a nacer entre nosotros.
La Navidad no es una cosa del pasado. El misterio de Dios se sigue revelando en nuestra historia personal si somos capaces de apagar el ruido que nos aturde y descubrimos los signos de Dios en nuestra vida.
Como los pastores que fueron a Belén pongámonos en camino para encontrarnos con Jesús y escuchar el mensaje de salvación, paz y esperanza que se manifiesta en el «Dios con nosotros», en la ternura y vulnerabilidad de un recién nacido.
¡Feliz Navidad!
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