Cuando Manuel Rupérez (Madrid, 1980) y José Luis Gallego (Ourense, 1986) comenzaron a experimentar la vida salesiana, seguro que soñaron con el día en el que darían un ‘sí’ para siempre. Y soñar al estilo de Don Bosco no es vivir de una ilusión inalcanzable, sino asumir el sueño de Dios para cada uno. Con la certeza de esta promesa, ambos jóvenes realizaron su profesión perpetua como salesianos el sábado 16 de junio en el Santuario de María Auxiliadora de Madrid.
Testigo de excepción de este momento fue el Consejero salesiano para la Región Mediterránea, Stefano Martoglio, quien hizo las veces del Rector Mayor, Ángel Fernández Artime. Le acompañaron los dos provinciales de las inspectorías salesianas de España, Juan Carlos Pérez Godoy y Ángel Asurmendi; el provincial de Portugal, José Aníbal Mendonça; y el provincial de Filipinas Norte, Paul Bicoming. Un nutrido grupo de salesianos, familiares y amigos también estuvieron presentes en la celebración.
«Esta profesión perpetua habla de la presencia de Dios en nuestra vida, por medio del testimonio de José Luis y Manuel», aseguró Martoglio en la homilía de la Misa. «Nuestra existencia es medio de glorificación de Dios», que «nos envía para que todos conozcan la presencia del Señor y tengan una relación personal con Él», recordó. En el caso de José Luis y Manuel, como salesianos coadjutores, les «pide cuidar de los hermanos, de los jóvenes…».
Tras el rezo de las letanías, llegó el momento de que José Luis y Manuel hicieran realidad el sueño del Señor para ellos. Con su disposición y con la aceptación de la Congregación, se convirtieron en Salesianos de Don Bosco para siempre. Una misión que afrontan con las ideas claras, como demostraron en la acción de gracias: «Dentro o fuera de la Familia Salesiana, Dios nos llama a ser santos».
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