San Francisco de Sales es uno de los grandes maestros de la dirección espiritual. La difundió e hizo popular en la Iglesia. Sus escritos, especialmente sus cartas, contienen los elementos esenciales de su manera de entenderla y practicarla.
En la concepción salesiana, la dirección espiritual es educación a la vida cristiana. Es, pues, una “pedagogía espiritual”, que parte del conocimiento interior y profundo de la persona acompañada. Este sentido pedagógico se manifiesta en la capacidad para guiar y procurar a cada una el alimento apropiado a su personalidad, a su carácter, a su propia situación espiritual. Francisco de Sales busca con sencillez su verdad y quiere rescatarla del automatismo, de la rutina, de los miedos que con frecuencia se ciernen sobre las almas deseosas de emprender el camino del seguimiento y del amor de Dios.
Hacia la perfección cristiana
Detrás de esta sensibilidad y capacidad de adaptación, hay en el obispo de Ginebra un respeto sagrado a la persona individual. Se muestra sumamente respetuoso de la persona, de su autonomía, de su conciencia. Se inclina hacia ella y a ella se adapta: a su temperamento, a los deberes de su estado, a su nivel de progreso en la perfección cristiana. Quizás este es el aspecto más admirable de Francisco de Sales como director espiritual. El fin de la dirección espiritual es el mismo para todos: guiar hacia la perfección cristiana. El verdadero arte consiste en acertar a señalar y precisar el camino particular que conduce a ella, porque como él mismo dijo: “Cada hierba y cada flor necesita un cuidado particular en un jardín”.
Pero el alma de la dirección espiritual salesiana es el amor de Dios y por Dios. Y, según el santo Doctor, el Espíritu Santo es el amor por excelencia. Su acción se basa en el amor y tiene como finalidad conducir y acompañar hacia el Amor. La acción del Espíritu en el corazón humano, guiando y acompañando en el camino de la vida está muy presente en su pensamiento. Él es el protagonista de la dirección espiritual. Al acompañante y director espiritual le incumbe ayudar a descubrir la acción del Espíritu en el alma que se le confía, sostenerla, animarla, guiarla a su aceptación y adhesión libre y amorosa.
La acción del Espíritu es una llamada a la libertad humana. Para que sea eficaz en la vida cristiana se necesita escucha, obediencia y docilidad. La dirección espiritual busca y conduce a la “libertad de los hijos de Dios”, que es la libertad del amor y que lleva al corazón humano al desprendimiento de todas las cosas para seguir la voluntad de Dios.
Finalmente, la dirección espiritual salesiana se caracteriza por una relación familiar que crea un clima de amistad recíproca entre el director y la persona dirigida. Para San Francisco de Sales no hay verdadera dirección espiritual, si no hay verdadera amistad, es decir, comunicación, influjo mutuo.
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