«Le cerré los ojos y le hice el signo de la cruz en su frente»

25 febrero 2019

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El salesiano togolés Fabrice Aziawo cuenta cómo se produjo el ataque terrorista en el que fue asesinado el misionero español Antonio César Fernández.

«No es nada fácil para mí contar un acontecimiento como este, después de haberlo vivido tan de cerca; sin embargo, en memoria del Padre César y por la misión que él nos ha confiado y en la que nos anima, me voy a esforzar en hacerlo». Así empieza el testimonio del Padre Fabrice Aziawo sobre el asesinato del sacerdote misionero salesiano Antonio César Fernández, el pasado 15 de febrero en Burkina Faso.

En el momento del asalto, Aziawo y Fernández viajaban en coche junto a un tercer salesiano, el P. Germain Plako-Mlapa, camino de Uagadugú, la capital burkinesa. Habían partido desde Lomé (Togo), tras participar en el Capítulo Provincial de la Inspectoría Salesiana de África Occidental Francófona (AFO). Tras dejar a otros hermanos que iban con ellos en la ciudad togolesa de Cinkassé, pasaron la frontera y entraron en Burkina Faso.

A la media hora aproximadamente, se encontraron un puesto de control: «Vimos unos camiones en el camino. Nos estábamos preguntando qué era lo que pasaba, cuando vimos aparecer a un hombre que nos mandó pararnos y nos pidió salir del coche, cosa que hicimos», cuenta el P. Fabrice. Los tres salesianos fueron sometidos a un interrogatorio para conocer su identidad y el motivo de su viaje. También le pidieron al P. Germain que abriera el coche para registrarlo.

«En ese momento, comenzaron a romper los cristales de unos tres coches que estaban parados por allí, que debían de ser los coches de los aduaneros. Pidieron gasolina a uno que la vendía allí cerca y rociaron los coches con la gasolina y les prendieron fuego». Según el relato del P. Fabrice, César Fernández cuestionó estos actos: «El que estaba a nuestro lado, evidentemente bien armado, murmuró algo. No lo entendimos bien, pero no dio ninguna respuesta».

Trasladados desde el puesto de control a un bosque cercano, «nos encontramos con otros hombres del mismo grupo. Vimos cómo cargaban en sus motos todo lo que habían cogido en el sitio del ataque», continúa narrando Aziawo. «Nos quitaron los ordenadores, los teléfonos, el dinero, los discos externos. Germain vino en nuestra dirección, pero no pudo avanzar mucho porque había un agujero en la carretera. Se bajó del coche y vino a pie». En ese momento, solo quedaban dos de los asaltantes. Uno de ellos le espetó al P. Fabrice: «Venga, vete ya de aquí». Nada más girarse, oyó un tiro: «Me giré y vi que el Padre César estaba ya en el suelo. Entonces dije que ahora me tocaba a mí. Levanté las manos a nivel de la nuca y oí entonces otros dos disparos que no fueron para mí, sino que comprendí que fueron para el Padre César. Quise volverme, pero algo me dijo que no lo hiciera».

El P. Fabrice se acercó hacia el P. Germain, quien le preguntó qué había pasado con César Fernández. «Le dije que le habían disparado y estaba en el suelo. También le dije que fuéramos a recuperar su cuerpo, pero me dijo que esperásemos un poco de tiempo para que los terroristas se alejasen». Cuando los terroristas abandonaron el lugar, los dos salesianos africanos se acercaron a por el cuerpo del misionero español: «Yo le cerré los ojos y le hice el signo de la cruz en su frente. Le cogimos; estaba totalmente ensangrentado. Nos volvimos a la frontera. Esto es lo que pasó ese día», sentencia Aziawo.

2 Comentarios

  1. Alfinso Fernández de Lara Carreón

    Que en paz descanse el Padre César Fernández y que el haber sido privado de su vida sea una bendición y motivación para todos los africanos y de todo el mundo
    que son llamados por Dios a ser sacerdotes o a la vida religiosa.

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  2. Manuel M. Cambronero

    He tratado durante varios años al P. César. Tengo de él la impresión de ser un verdadero salesiano y un santo. Él me acogió en su nueva Casa de Ouagadougou en el verano pasado cuando fui a pasar el verano a Bobo Dioulasso. Es un verdadero Mártir de Cristo. Espero que para bien de todos publiquen su vida. Desde el día de su asesinato le considero como un protector. Que él, desde el Cielo nos proteja.

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