Por Joana Monzó.
Septiembre es un mes de buenos propósitos. Hay quienes se los plantean en diciembre, pero quienes vivimos a ritmo de curso escolar elegimos este mes para proyectar objetivos y buenas intenciones.
El mío para este nuevo curso es “Ser consciente”. No es que ahora me mueva por la vida por impulsos y sin pensar las cosas pero tengo la sensación de que los días pasan muy rápido y las prisas, las rutinas, los horarios me impiden acabar el día valorando lo que me ha dado.
Está claro que cada día no está lleno de emociones, menos mal, acabaríamos agotadas, pero sí que nos reporta algo especial. La mayoría de las veces tendremos que buscarlo, pero irse a la cama con ese pensamiento o reflexionar en voz alta mientras cenas con la familia sobre lo mejor de tu día puede ser un ejercicio muy saludable.
Una charla agradable compartiendo un café, un correo electrónico con una frase amable, una sonrisa sincera, la satisfacción de acabar una tarea que tenía atascada…
Le pregunté a mi hijo (10 años) cuál era su propósito para el nuevo curso: patinar por las rampas. En ese momento admiré su valentía, pero pensando en la pista de skatepark preferí no ser tan consciente del peligro. Empezaré mañana.
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