“El coronavirus ha supuesto un punto de inflexión en nuestro trabajo en Palabek”, explica Lazar Arasu, misionero salesiano que trabaja en el asentamiento de refugiados al norte de Uganda. “Para las personas refugiadas, las consecuencias son muy negativas y es un periodo de gran escasez y ansiedad”, añade el misionero.
“Nosotros hemos decidimos quedarnos a su lado, tras cuatro años trabajando la educación, el apoyo psicosocial… Hoy somos los únicos que quedamos. La mayoría de las organizaciones humanitarias ya no están, pero las necesidades han crecido”, dice Arasu.
Entre toda esta situación de incertidumbre y falta de recursos, la Agencia para los Refugiados de Naciones Unidas (ACNUR) ha reconocido la labor de Misiones Salesianas en este asentamiento ugandés donde viven más de 56.000 personas que huyen de la violencia de Sudán del Sur. Una de las iniciativas que se ha puesto en marcha en estos momentos es la producción y distribución de mascarillas entre las personas refugiadas, pero también entre aquellos que trabajan en Palabek. “Hemos distribuido más de 24.000 mascarillas que los jóvenes del centro profesional Don Bosco han diseñado y producido. Las repartimos entre las personas más vulnerables, pero también entre el Ejército, la Policía y el personal médico del asentamiento”, revela el misionero.
«Seguimos al lado de los refugiados a pesar de la mayoría de las organizaciones de ayuda se han ido»
Las autoridades del asentamiento quieren involucrar a los misioneros salesianos en otras acciones para generar ingresos, como la confección de uniformes para los niños y niñas o en actividades agrícolas para las personas refugiadas y las comunidades locales.
Desde Misiones Salesianas están comprometidos con las personas refugiadas y con las consecuencias que la pandemia está causando. “Más hambre, más violencia, embarazos no deseados, alcoholismo, menores abandonados, sin escuelas, sin oportunidades…”, explica Eusebio Muñoz, director de la organización. Por ello, tenemos la campaña Volver a empezar de cero, porque no queremos que ninguna persona vuelva a quedarse atrás.
Además en Palabek, los misioneros salesianos están al lado de las personas refugiadas en el campo de Kakuma (Kenia), con los desplazados internos en Gumbo y Tonj (Sudán del Sur), en Perú con los migrantes venezolanos, en Turquía con refugiados de Irak o Afganistán, en la frontera mexicana con los que quieren llegar a EEUU o son deportados, en Líbano con las personas que huyen de Siria… Un verdadero compromiso con los 80 millones de personas que un día abandonaron sus hogares por la violencia, el hambre o la falta de oportunidades.
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